Ante
el atentado de los islamistas producido en París con el resultado de doce
muertos a punta de pistola, no cabe más sentimiento que el de la indignación.
Atentado contra el ser humano, atentado contra la libertad de expresión,
atentado contra la ética y la moral, pero sobre todo, y ahí es donde más
obligados estamos a pensar, atentado contra la propia religión y su fe. Y es
que ya sea el dios que sea, con sus dogmas y enseñanzas, no existió dios que
quisiera o admitiera la violencia y el asesinato como forma de expresión para
reivindicar la palabra religiosa. Ningún dios o religión precisa de la
barbarie, el horror y el temor para expresar sus inquietudes, pues cuando el
ser humano sucumbe a tales extremos, no gana ningún lugar sagrado, más bien se
condena a sí mismo y a su propio purgatorio, y con ella condena a su propia
religión y a sus creencias. Cierto es, por otro lado, que la libertad de
expresión, aquella que ejercían satíricamente en Charlie Hebdo, a veces rozaba
con sus dibujos y mensajes la provocación nada diplomática y ética, pero no
existe justificación para este atentado islamista tan sangriento como desequilibrado.
Pienso
que la palabra siempre será la más valiente de las armas ante cualquier guerra.
De hecho, las guerras pasan, pero la palabra queda. Y queda no como una
epifanía romántica o mística, sino como un mensaje heroico y valiente ante lo
atroz de la muerte y su política. Sin duda es la palabra la bala o la espada
más letal si se sabe usar; la más amenazante y la más temida, porque no existen
condenas ni cárceles que la retengan o la callen. Su mensaje es universal e
intemporal, mucho más creíble que un atentado, cuya revolución sólo lleva a su
propia contradicción. Esa contradicción llevada a la frustración que supone
desvirtuar la palabra sagrada por capricho de unos perversos. No es más
valiente el que mata que el que dice, ni el que miente vociferando que el que
calla observando. Insisto: coartar la libertad a costa del miedo es un
laberinto sin salida, donde pierde el que muere y el que mata, el que se limpia
las manos de sangre y el que llora, el loco que se cree sensato y el sensato
que comete locuras.
Publicado en Viva Jerez el viernes 9 de enero de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario