Lo
que empieza siendo un escalofrío termina siendo una descomposición de
sentimientos cruzados. Porque ver andar por las calles de Jerez a nuestro Padre
Jesús del Prendimiento me lleva y me trae como una ola, casi a su antojo, que
no al mío, recuerdos y vivencias gozosas y agridulces que van atadas a mi alma
como ese cordón dorado que atan sus morenas manos. El Prendimiento es como un
mar de luz claroscura que se abre paso acompasadamente en ese otro océano de
sentimientos que uno lleva en sus adentros. Por ello, y atado a él, con cada
paso y vaivén, con cada levantá y
cada sentá, lleva ese tropel de
razones irrazonables, esas mismas sinrazones que ni son religiosas (porque no
precisan serlo) y que sólo claman al amor y su libertad. Esa misma libertad
amada o amor libertino, que lleva en sus formas e idiosincrasia este prendío gitano de gitanísimo rostro herío. Y es que ese vía crucis de
sufrimiento y ese amargo padecer entre esos Candilejas y Chupaceites (sayones
martirizadores), es el vínculo necesario para alzar esa libertad perseguida, la
de la resurrección y la redención que ora San Pedro cerca de ese gallo
anunciador de su vergüenza.
El
Prendi lleva en el silencio de sus labios esa voz callada, la que clama y
vibra, como un sentimiento estremecido, el cante que a compás cada uno lleva en
su corazón, que como un bombeo por tonás resuena en nuestro pecho. Su mirada
piadosa y valiente parece querer decirnos sin decir que lleva el sufrimiento
como compás de su sangre. La sangre de Santiago, morena como la madrugá, donde
se canta para olvidar las fatigas. Porque bajo ese frondoso olivo se recogen
como aceitunas negras esos ecos temblorosos de Terremoto, esa jondura negra de
Tío José, ese enaltecer soniquitero de Sordera, esa musicalidad de viento en
rama de la sonanta de Moraíto, esa poesía casi rezada de Luis de la Pica, esa
saeta primitiva y errante de los Vargas y los Zambos, y en sus muñecas partías,
esa media verónica de Rafael que se sobrecoge en su cintura juncal. Y lo dice
calladamente, que a través de su sufrir hallaremos esa libertad amada, como un
romance sin desenlace. Poco o nada me importan esas nuevas y bastas potencias
plateadas, ni el cobijo que por casa aún te niegan, porque para mis ojos es una
talla desnuda, desprovista de bordados dorados, y sí una obra que vive por los
sentires que te miran, espejo de tez aceituna que el Desamparo llora y cobija
en su prestancia.
Publicado en Viva Jerez el viernes 10 de abril de 2015
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