Viene
siendo habitual en los corrillos taurinos por estas fechas echar la vista atrás
y resumir lo mejor del año. El tiempo, sin embargo, es muy subjetivo, de hecho,
si tomamos como reloj de referencia a todo aquello que por capricho o destino
sigue siendo presente en tus pensamientos, no hay nada más actual o fresco que
la pasión, el arte y su consiguiente enamoramiento. Por ello diré que las
grandes sensaciones superan al tiempo y que éste inexorablemente se doblega
ante él. No es pues de extrañar, que atendiendo a estas líneas discordantes,
consonantes, geométricas y asimétricas del espíritu me atreva a decir que lo
mejor del año sigue siendo el hecho real de saber que Joselito el Gallo debutó
con tan sólo doce años en Jerez, aquel 19 de abril de 1908 (por cierto, a ver
cuándo Jerez acredita tal hecho con un azulejo). El mismo novillero que se
niega a torear en Madrid argumentando que aquellos bichos eran pequeños,
exigiendo que le traigan un ganado con más trapío. Sigue siendo para mí lo
mejor del año aquella respuesta que Juan Belmonte le cantara a Valle-Inclán,
cuando el escritor le dijo aquello de “Juan,
sólo te falta morir en la plaza”, y el torero le respondió: “Se hará lo que se puea”. A su vez, sigue
siendo lo mejor del año aquel genial Rafael el Gallo dando aquellos muletazos
por alto sentado en una silla de enea provocando el delirio en los tendidos,
cuando en el toro anterior había pegado la espantá tirándose de cabeza al
callejón porque el toro lo había mirado malamente.
Continua
siendo lo mejor del año aquella sentencia de Joaquín Rodríguez, “Cagancho”,
cuando dijo: “De Despeñaperros para abajo
se torea, de Despeñaperros para arriba se trabaja”. En la misma tesitura me
sigue pareciendo lo más destacado del año pasear por la mágica Ronda y respirar
al filo del crepúsculo del tajo, aquella cultura cinematográfica, literaria y
taurina que formaran y siguen formando Orson Welles, Ernest Hemingway y
Cayetano, “el Niño de la Palma” y Antonio Ordóñez en torno a la Goyesca. Así mismo,
me sigue pareciendo lo más profundo del año aquella media de Rafael de Paula en
Aranjuez, vestido de nazareno y azabache, otorgándole a la tauromaquia la
fusión de romanticismo eterno y trágico, fraguada en su cintura de ensueño. El
mismo Paula que en Madrid brindara al Rey, no de Oriente, sino de España: “Majestad, le deseo toda la suerte para usted
y para España, y ahora deséemela usted a mí, a ver qué hago yo con esto”.
Dirán algunos que estoy loco por decir que son estos hechos lo mejor del año;
argumento yo, que no sólo son estos sucesos, sino que de la mano de esos conspicuos
del espíritu, obradores del milagro de parar el reloj del tiempo, son lo mejor
del siglo, del pasado, del presente y mucho me temo que de los venideros, al menos para aquellos que
sepan de los milagros del sentimiento y sus proezas.
Publicado en Viva Jerez el viernes 8 de enero de 2016
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