Vivimos
en la era de la revolución tecnológica, donde el presente toma una vertiginosa
metamorfosis de pasado y el futuro se torna en presente asombrosamente. Todo se
hace y se vive con rapidez, todo menos el arte. El arte, diré que
afortunadamente, tanto en la pintura, la literatura, la música, el toreo… posee
esa imperiosa necesidad de búsqueda y espera. Porque la inspiración llega o no
llega, y desde luego no atiende a llamadas ni horarios establecidos. El arte,
en todas sus vertientes, significa ese universo aparte del mundo, por ello
mientras el mundo galopa y corre hacia su constante evolución, el arte observa
y calla en su apartada orilla de arrebato creativo. Algo que siempre me encantó
del toreo fue precisamente esa real querencia por esa misma apartada orilla,
donde parecía anclado en unas aguas aparte del bullicioso océano de la
informática y sus andrajosas redes. Y recalco que positivamente, pues pese a
que muchos le puedan achacar ese estado apartado del tiempo mordedor, ahí
precisamente remansa su verdad, poseedora de unas normas e idiosincrasia harto
diferentes a esa vertiente de esclavitud en aras de la rápida evolución y su
consiguiente olvido. Pues es el toreo ese angustioso misterio donde lo efímero
toma prisma de eterno. Pero incluso el toreo, ese estado de apartada orilla, ha
tomado pulso de genocidio con las nuevas tecnologías en pos de no perder comba
con los tiempos veloces que nos inundan. Pero habría que matizar que no es el
toreo el que se aleja o se aparta de su estado de tiempo sin tiempo y sí los
toreros de hoy, que parecen más preocupados de parecer deportistas de élite que
toreros en sí. Figuras del toreo las de hoy, implicados, contaminados y sumisos
al influjo del marketing absurdo, ampuloso y comercial; incluso presentando uno
de ellos su campaña taurina con el nombre de “Tour 2014”, cuales ciclistas se
tratasen. Ellos mismos con sus comportamientos, Morante, Juli, Manzanares y
demás, se autodefinen como eso… deportistas de élite, esclavos gustosos del
fácil aplauso y el no menos fácil olvido. El toreo, los toreros, nunca han sido
así. Probablemente porque siempre supieron y fueron fieles a unas formas y
maneras que tristemente… se van perdiendo. Pero insisto, no es el toreo el que
se pierde, ése sigue estando en su apartada orilla, y sí que se pierden los
toreros de hoy, quizás porque nunca supieron dónde está el arte.
Publicado en Viva Jerez el viernes 25 de julio de 2014