Los
olores ya a primeras horas del alba, antes de que cantara el gallo, a puchero o
a berza, hechas a fuego lento, dándole su tiempo a la olla hervir. Las
charlas y cotilleos ya de bien temprano,
con esas gitanas sentadas con sus mandiles en las sillas de enea en las
casapuertas siempre abiertas de esas calles Cantarería, Nueva, Marqués de
Cádiz, Taxdirt… ¡Cuando las casas de vecinos estaban abiertas!, sin temor a que
ningún mindungui apareciera para liarla. El olor y el color de esos geranios y
rosas que adornaban aquellos patios de vecinos, donde uno se sentaba
sobrecogido por un frescor que te abrazaba. El ir y venir de los hombres de la
casa, muchos valientes trabajadores de gañanías, donde de sol a sol se dejaban
el sudor de sus frentes para traer ese jornal que hiciera hervir la olla. Esos
niños y niñas en mitad de la calle corriendo y jugando al escondite, entre las
broncas y chillidos de esas abuelas, cansadas y hartas de las diabluras de los
chiquillos. Y entre todos estos avatares de ires y venires, ese siempre olor a
vino en las peñas y cocinas y esa voz cantaora, que sin hora ni motivo se
alzaba para olvidarse de las penurias y fatigas. Sí, esas siempre estrecheces en
las familias, aliviadas por ese sano humor del compás por bulerías de la raza
calé. Esa hermandad entre primos y hermanos para ayudarse entre unos y otros,
cariño y amor sincero, divisa de esta sangre errante. La soberanía de todos
aquellos artistas, banderas y estandartes del arte por todo el mundo.
Cantaores, tocaores, bailarines… y hasta un torero mágico, quienes le han dado
misterio y distinción a un Jerez simpar. Aquel era el barrio de Santiago, hasta
hace poco, cátedra del rumbo y compás; hoy… un lugar por donde cuesta incluso
pasar. Desde aquí pido a los políticos, empezando por la Alcaldesa García
Pelayo, que cuiden el barrio de Santiago, sus calles, sus casas… aquella
idiosincrasia.
Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de marzo de 2015