Hace
unos años, en plena corriente emergente antitaurina, fui a la placita de toros
de Chapín. Había quedado una mañana con mi amigo Eugenio Cobos, quien me iba a
facilitar unas fotos antiguas de Gallito y Belmonte, las cuales utilicé para mi
libro “Entre Clamores y Espantás”. Allí estaban toreando de salón chavales de
la Escuela Taurina de Jerez. Los observé en silencio, algunos con los trastos
más grandes que ellos mismos, pero todos heridos por la pasión afanosa de
torear sobre un albero y soñando con los pitones de un toro que embiste a sus
vuelos. Supe inmediatamente que mientras exista esa llama de ilusión en este
arte tan ingrato como romántico, seguirá existiendo la tauromaquia, por muchas
triquiñuelas maliciosas que los ignorantes pretendan dictar con sus mojigangas.
Hace
unos días se celebró el I Encuentro Cultural de antiguos alumnos de la Escuela
de Tauromaquia de Jerez. Merece la pena valorar y aplaudir la enorme labor,
antes a corriente y ahora a contracorriente, que dicha escuela hace por la
tauromaquia y por unos niños y ahora hombres que crecieron bajo la
idiosincrasia del respeto, el valor y la lucha por una forma de vivir que es
tan noble para el toreo como para la vida. Resulta encomiable la labor de los
toreros y profesionales que inculcan este dulce veneno a los alumnos, ávidos de
la luz de la torería, de ese ser o no ser toreros, esos que están y ya no
están, como mi siempre recordado Copano, fiel banderillero de Paula, e igual
que mi querido Cámara, a quien pude saludar en dicho acto, como a aquel Rafaeli
rumboso, así como a Eduardo Ordóñez. Fueron las palabras de Antonio Lozano las
que no sólo pusieron el toreo en su sitio, sino más aún reivindicaron que tanto
el toreo como los toreros vuelvan a ser lo que siempre fueron ante la cultura y
la sociedad, hoy enturbiada y perturbada por los que ni saben ni desean saber. Puso
la poesía emocionante y emocionada mi primo Junquera, rememorando el duende
arrebatador de Paula con aquel toro de Benavides en Madrid.
Grato,
pues, este acto donde los aficionados confraternizaron en torno a lo que es
nuestra cultura… los toros, al igual que el vino, el caballo y el flamenco.
Mérito sin duda la de esta Escuela de Tauromaquia de Jerez, que ha dado no
pocos toreros, hombres ante la vida, que saben ir por derecho ante el mundo.
Recojan el guante estos políticos que miran para abajo y escupen para arriba. Y
es que se ha de respetar no sólo lo que se entiende sino más aún aquello que no
se entiende.
Publicado en Viva Jerez el viernes 4 de diciembre de 2015
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