Cierto
es que el famoso y polémico toro de la Vega data de tiempos inmemoriales.
Existe una asolerada raigambre en dicho torneo, el cual algunos escritos pueden
llevarnos allá por 1534, donde según las normas se suelta un hermoso toro de
entre 4 y 7 años, de 500 a 600 kilos y con sus defensas sin despuntar, al cual
hará frente un lanceador, bien a pie o a caballo, para lancear al morlaco con
la misión de procurarle una muerte rápida y nunca con la intención de herirle
gratuitamente para mermar sus fuerzas. Cabe reseñar que dicho acto sólo se
realizará a campo abierto, y que si el toro rebasara ciertos límites (cosa harto
improbable), se le perdonará la vida. Sabido es, por otra parte, que tanto en
Castilla como en casi todo el orbe español, las fiestas del pueblo se
engalanaban con la presencia del toro, ya sea despeñándolo, embolándolo, corriéndolo
o lidiándolo, desde la Edad Media hasta nuestros días, sobre todo por los
nobles e incluso reyes que festejaban sus ceremonias con dichos aconteceres
donde el pueblo podía participar.
Dicho
esto, y dejando claro que soy un defensor a ultranza de nuestras costumbres, he
de manifestar mi total repulsa ante el torneo del toro de la Vega en
Tordesillas. No hay nada de digno, ni de noble, ni de artístico en una cierta
tradición cuyo único mérito o desmérito es precisamente no haber evolucionado
en nada. Yo entiendo que esto sí ocurriese en ciertos siglos pasados, pues todo
origen primitivo va acompañado de defectos o errores de los cuales se ha de
aprender en aras de su realización más justa y brillante. No existe, hoy por
hoy, nada de justo y brillante en masacrar al que al menos para mí es el animal
más fascinante y enigmático del mundo, en una pelea injusta a todas luces,
donde es materialmente imposible dar margen de lucha honorable a un solo toro
entre cientos de caballos con sus respectivos lanceros y cientos de hombres a
pie lanceando a un toro que ni sabe ni puede defenderse ante tan descomunal
desventaja. Mucha similitud la encontramos en los espectáculos de las antiguas
Grecia y Roma, donde incluso allí, la lucha era más de igual a igual, es decir,
dándole más ventajas a la fiera, lo cual lo hacía más digno y valeroso. Ni
siquiera entraré en debatir con aquellos que buscan a través de la ignorancia y
el cinismo similitudes con la tauromaquia, pues no caben comparaciones, salvo
una cierta raíz de la cual la tauromaquia supo y quiso aprender y evolucionar,
y de la cual el toro de la Vega en Tordesillas ni quiso ni supo evolucionar. Y
es que toda tradición puede y debe tener su evolución sin la necesidad de
perder sus raíces. Todo depende de la moral.
Publicado en Viva Jerez el viernes 19 de septiembre de 2014
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