miércoles, 28 de enero de 2015

Charlie Hebdo o La Provocación


Partiendo de la postura rotundísima de condena contra aquellos dos hermanos islamistas que asesinaron vilmente en aquel atentado de Charlie Hebdo, no podemos ni debemos estar ciegos ante esa otra arma camuflada en la democracia y la libertad  que utiliza dicha revista satíricamente. El hombre es (o debe ser) aquel que tiene el sobrado raciocinio para justificar la diferencia entre el bien y el mal. Me parece bochornosamente absurdo el hecho real de que estos dibujantes de Charlie Hebdo, bajo la bandera del humor satírico, provoquen y se mofen de todas las religiones habidas y por haber a sabiendas del daño moral y ético que ocasionan a los creyentes de buena fe. Y para los de mala fe, estas viñetas son provocaciones que sólo sirven para incentivar su maldad. Es decir, no se me ocurriría a mí darle un mechero y un bote de gasolina en medio de un bosque a alguien que sé que es un pirómano. Tampoco se me ocurriría regalarle una botella del mejor whisky escocés a un amigo que ha superado su alcoholismo, pues en ambos casos me convertiría más bien en su enemigo. Es la moral y la psicología la que nos diferencia de los animales y la barbarie. Si perdemos eso, o la mal utilizamos, perdemos el derecho a ser. Ese “ser o no ser” que nos dijera Shakespeare, es la moral o la inmoral, de la cual debemos beber o vomitar. Ni que decir tiene, por otro lado, que se precisa de la total ayuda internacional, pues es un problema del mundo, para atajar el crimen y el terror de los que se jacta el terrorismo islamista para fundamentar su sinrazón, esa misma que amenaza con matar a dos japoneses si su gobierno no paga lo que piden.

Ni Alá ni su profeta Mahoma tienen nada que ver con el mal uso que los hombres les den ni con las mentes enfermas y psicópatas que distorsionan la palabra escrita y sagrada. Pero insisto, Charlie Hebdo, este semanario francés de izquierdas, no se mofa y arremete de manera justa y razonable, pues utiliza y dispara con personajes sagrados para millones de islámicos y cristianos. No creo que el uso del dibujo y la viñeta sea una provocación menor que un “¡a ver si tienes cojones, hijo de puta!”. Termino como empecé. Lamento los hechos y condeno siempre la violencia, pero también a aquellos que incitan a ella por el solo morbo de vender más ejemplares con carnaza satírica.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 23 de enero de 2015

viernes, 9 de enero de 2015

Sangre y Tinta, Charlie Hebdo




Ante el atentado de los islamistas producido en París con el resultado de doce muertos a punta de pistola, no cabe más sentimiento que el de la indignación. Atentado contra el ser humano, atentado contra la libertad de expresión, atentado contra la ética y la moral, pero sobre todo, y ahí es donde más obligados estamos a pensar, atentado contra la propia religión y su fe. Y es que ya sea el dios que sea, con sus dogmas y enseñanzas, no existió dios que quisiera o admitiera la violencia y el asesinato como forma de expresión para reivindicar la palabra religiosa. Ningún dios o religión precisa de la barbarie, el horror y el temor para expresar sus inquietudes, pues cuando el ser humano sucumbe a tales extremos, no gana ningún lugar sagrado, más bien se condena a sí mismo y a su propio purgatorio, y con ella condena a su propia religión y a sus creencias. Cierto es, por otro lado, que la libertad de expresión, aquella que ejercían satíricamente en Charlie Hebdo, a veces rozaba con sus dibujos y mensajes la provocación nada diplomática y ética, pero no existe justificación para este atentado islamista tan sangriento como desequilibrado.

Pienso que la palabra siempre será la más valiente de las armas ante cualquier guerra. De hecho, las guerras pasan, pero la palabra queda. Y queda no como una epifanía romántica o mística, sino como un mensaje heroico y valiente ante lo atroz de la muerte y su política. Sin duda es la palabra la bala o la espada más letal si se sabe usar; la más amenazante y la más temida, porque no existen condenas ni cárceles que la retengan o la callen. Su mensaje es universal e intemporal, mucho más creíble que un atentado, cuya revolución sólo lleva a su propia contradicción. Esa contradicción llevada a la frustración que supone desvirtuar la palabra sagrada por capricho de unos perversos. No es más valiente el que mata que el que dice, ni el que miente vociferando que el que calla observando. Insisto: coartar la libertad a costa del miedo es un laberinto sin salida, donde pierde el que muere y el que mata, el que se limpia las manos de sangre y el que llora, el loco que se cree sensato y el sensato que comete locuras.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 9 de enero de 2015