viernes, 27 de marzo de 2015

Salvar A Santiago




Los olores ya a primeras horas del alba, antes de que cantara el gallo, a puchero o a berza, hechas a fuego lento, dándole su tiempo a la olla hervir. Las charlas  y cotilleos ya de bien temprano, con esas gitanas sentadas con sus mandiles en las sillas de enea en las casapuertas siempre abiertas de esas calles Cantarería, Nueva, Marqués de Cádiz, Taxdirt… ¡Cuando las casas de vecinos estaban abiertas!, sin temor a que ningún mindungui apareciera para liarla. El olor y el color de esos geranios y rosas que adornaban aquellos patios de vecinos, donde uno se sentaba sobrecogido por un frescor que te abrazaba. El ir y venir de los hombres de la casa, muchos valientes trabajadores de gañanías, donde de sol a sol se dejaban el sudor de sus frentes para traer ese jornal que hiciera hervir la olla. Esos niños y niñas en mitad de la calle corriendo y jugando al escondite, entre las broncas y chillidos de esas abuelas, cansadas y hartas de las diabluras de los chiquillos. Y entre todos estos avatares de ires y venires, ese siempre olor a vino en las peñas y cocinas y esa voz cantaora, que sin hora ni motivo se alzaba para olvidarse de las penurias y fatigas. Sí, esas siempre estrecheces en las familias, aliviadas por ese sano humor del compás por bulerías de la raza calé. Esa hermandad entre primos y hermanos para ayudarse entre unos y otros, cariño y amor sincero, divisa de esta sangre errante. La soberanía de todos aquellos artistas, banderas y estandartes del arte por todo el mundo. Cantaores, tocaores, bailarines… y hasta un torero mágico, quienes le han dado misterio y distinción a un Jerez simpar. Aquel era el barrio de Santiago, hasta hace poco, cátedra del rumbo y compás; hoy… un lugar por donde cuesta incluso pasar. Desde aquí pido a los políticos, empezando por la Alcaldesa García Pelayo, que cuiden el barrio de Santiago, sus calles, sus casas… aquella idiosincrasia.

Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de marzo de 2015

sábado, 21 de marzo de 2015

Tras Los Huesos De Cervantes


Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547 – Madrid, 1616) “mandóse enterrar en las monjas Trinitarias”, dice su acta de defunción, allí en su barrio vecino, hoy conocido como el de “las letras”, donde habitaban esas monjas a quienes Cervantes dedicó su Quijote. Allí, en ese convento donde residía su propia hija, Isabel de Saavedra, quien pasó a ser llamada “Sor Antonia de San José”. Del español más universal de la historia se describe nariz picuda y frente despejada, sólo seis dientes en la boca. Sufrió en la batalla de Lepanto varias heridas, tanto en el pecho como en su mano izquierda. Son, desde luego, muchos los datos fidedignos que nos llevan a aseverar que ciertamente este hallazgo, para el cual se han puesto de acuerdo las partes religiosas, políticas y arqueológicas, pertenece a los mismísimos huesos del escritor. Los suyos y, claro está, los de dieciséis personas más, entre ellos los de su propia mujer, Catalina, que ahora son, pese a todo, puestos en entredicho, pues ante la imposibilidad de sacar pruebas de ADN, nadie puede asegurar que efectivamente son los huesos del escritor los que desvelan dicha cripta. El destino ha querido que esos huesos, su alma, su leyenda, sigan siendo un misterio. Unos huesos que parecen reírse satíricamente del mundo y del tiempo, y que aún hoy descubiertos parecen susurrar: “Aquí me halláis, pero no me tenéis”. Y es que la falta lógica de una sentencia exacta nos hace dudar de tal hallazgo. Hallazgo callado por otra parte, pues era como una voz que espera ser escuchada en ese libro escondido y acurrucado entre tantos otros en esa tumba con las iniciales M.C.

Cervantes, sus huesos… o no, siguen escribiendo a lomos del misterio de su figura, cual hidalgo errante, el único y más heroico, ese Quijote atormentado, poseedor de un romanticismo eterno. Quizás, el olfato comercial y el enorme impacto turístico que supone aseverar que dichos restos pertenecían a su figura, ganen la batalla de la duda. Con todo, no deja de ser un homenaje de gratitud el hecho de indagar en su secretismo. Quedémonos con su legado escrito, siempre bañado con una sátira y originalidad difícilmente igualable, como esos huesos que se ríen inquietos desde el subsuelo, ahora levantados pero… no desvelados. Los escritos de Cervantes, donde no residen sus huesos, pero sí su alma.

Publicado en Viva Jerez el viernes 20 de marzo de 2015

miércoles, 11 de marzo de 2015

Silencio, Canta Agujetas




Durante casi dos horas, la Guarida del Ángel se tornó el pasado viernes de madrugada en el centro neurálgico del cante. Precisamente eso, una guarida donde se cobijaron todos esos aspectos caprichosos y duendísticos donde se fusionan la sabiduría y grandeza del cante clásico y jondo con la naturalidad y desnudez de un hombre sin tiempo. No pretendan entenderlo, pero sí sentirlo, el hecho real por el cual cada vez que Manuel de los Santos Pastor, “Agujetas de Jerez”, sale al escenario, un silencio cortante y sepulcral hace su presencia cual epifanía, para recrearse y transmutarse en silencio estremecido cada vez que este cantaor se duele y se conduele con su voz. Craso error cobran aquellos que pretenden analizar o encasillar a este rebelde cantaor, pues el arte, ese que se queda solo porque siempre lo estuvo, es por viejo y sabio… libre. Esa libertad que Agujetas atesora la da precisamente el saber de las entrañas y las tripas del cante, con la más culta de las culturas, la de vivir y haber vivido una pureza sin igual, la de su familia, y la de saber sufrirse cantando. Y digo bien saber sufrirse, pues el cante, ese que arrebata y conmueve, se dice con fatigas, como el toreo de Paula, ese que se queja en los huesos para hacer temblar a los corazones.

Y aquí entenderá y sentirá aquel que sepa y pueda, pues no todos están dotados de esa sensibilidad y esa verdad. E ignorantes… ya se sabe, se cuentan por imperios. Yo me quedo con la fuerza de este hombre sin tiempo, ese que habla y dice lo que quiere, con y sin razón, pero fiel a su espíritu, ese que indomable y primitivo quintaesencia al martinete, la soleá y la seguiriya con un metal que hasta hiere y sangra al silencio. Y queda al final de su actuación esa sensación, gozosa y vacía, de haber vuelto a poner al cante en su lugar, ese lugar que muchos procuran desvirtuar y prostituir, y que gracias a supervivientes como él podemos seguir creyendo en que cuando la pureza llega… lo borra todo.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 6 de marzo de 2015

viernes, 6 de marzo de 2015

Esas Des-Bellas Des-Artes



Resulta ya casi tradicional escuchar los cantazos y cantinelas que esos que distinguen y otorgan las medallas de oro a las Bellas Artes nos comunican año tras año. Y es que esta distinción, antaño señera y justa, ha terminado transfigurándose en algo parecido a un mercadillo o tienda de chinos donde poco cuesta y nada vale. No se entiende el cómo ni el porqué, aunque sí el cuándo, en el que esos que eligen deciden mostrar pleitesía al toreo clásico y tal como la propia medalla cobra nombre de “Bellas Artes”, y tras unas primeras concesiones fieles al buen concepto, en las posteriores ediciones hacen apología del “dar por dar con tal de figurar”. Y si ningún favor hacen los que conceden, flaco favor hacen esos muchos medios que bendicen dichas concesiones, sea quien sea el premiado, bajo la bandera de que en realidad se premia a la tauromaquia y que es una forma de reivindicar el toreo en cultura ante las otras artes.

Y es que no se debe dar por dar, precisamente porque es en la justa selección, aderezada por un juicio cabal y razonable, cuando se distingue y da auge al premio, sea cual fuere. Y si ello implica que pasen largos años sin concesiones pues mayor honor tanto para el arte como para el artista. Con todo, siempre pensé que son los premiados los que dan categoría a los premios, y no al revés. Por ello, manifiesto que esta hoy medalla de mercadillo, se aprovechó de los nombres de Antonio Ordóñez, Ángel Luis Bienvenida, Antoñete, Paco Camino, Manolo Vázquez, el Viti, Curro Romero y Rafael de Paula para darse crédito y significado a la denominación de “Bellas Artes”, y de muchos años para acá dar por figurar.

Mucho deberían recapacitar sobre la ética y el concepto, aunque… claro está, tanto al principio como al final de los días, el único y verdadero premio para un artista es formar parte del propio pueblo, de sus gentes, esas que en su día se unieron al sentimiento de un artista hasta hacerlo cultura misma, esencias del sentimiento de la tierra.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de febrero de 2015