domingo, 27 de diciembre de 2015

Agujetas, La Última Puñalá





Como un eclipse de luna, que por capricho o destino, ha querido oscurecer más aún la negrura del cante gitano, se ha ido a los altares este Manuel de los Santos Pastor, el último cantaor. Apunté en su día que antes de cantar Agujetas sólo había silencio, y que después de su cante sólo quedaba ese mismo silencio… pero estremecío. Dueño y poseedor de los secretos del cante más rancios, cuando este indomable volcán de pasiones se expresaba dejaba fluir la más clara y oscura esencia del flamenco, esa que por sabia y pura arañaba por dentro. Pienso que los genios están plagaítos de heridas en el alma, esos avatares y desazones de la vida, que con justicia o no, los llevan a ser personas diferentes. Tienen pues, ellos los genios, un sentido muy profundo de la condena amarga y del sangrar por dentro. Es esa amargura y esa sangre, la que fluye en la soleá y la seguiriya, y que se alza, cuando la ocasión es propicia, para crear una belleza tal, que es naturaleza misma, única, sola y errante… aparte. Y es entonces cuando te das cuenta de que es esa naturaleza, y no ésta o aquélla, la única y verdadera, la que mantiene el cante en su sitio, la que no se doblega ni ante modas ni imposiciones, y la que por anárquica y primitiva es espejo del alma. Manuel Agujetas no sólo tocaba o arañaba ese espejo, pozo o caudal de ese agua oscura, la misma o semejante a la de las muñecas toreras de Paula, sino que más allá y, al igual que Paula, es agua y luz oscura de unos milagros que ni precisan explicación ni existe análisis que los resista, porque el milagro es duendísticamente caprichoso, endiablado en ocasiones, y o bien tienes a bien aceptarlo o bien no los entenderás jamás. Y es que cuando Manuel Agujetas hacía suya aquel agua de Manuel Torres, conseguía abrir al mar en dos, cual Moisés que sabía escuchar al maestro para predicar un mensaje sagrado, cumbre de las más altas montañas borrascosas y profundo en los océanos más oscuros. Porque Manuel, cuando cantaba, sentenciaba, predicaba y hasta infringía un sinfín de pecados y condenas. Quizás la mayor de todas era aquella de robarte la razón y con ella el sentimiento. Ni que decir tiene que esa sinrazón y desazón de su excesivo temperamento, lo llevaban a veces inclusive a ser su mayor enemigo, peligro de sí mismo y martillo golpeador de sus propias disputas e insatisfacciones. Pero igualmente cierto es que al genio hay que entenderlo como un ente aparte, similar a ese eclipse de luna, que amanece o se oculta al mundo muy de cuando en cuando, y que es excepcional por ser precisamente… único. El ser incomprendido forma parte de la propia naturaleza del artista y su cultura, claro está, de aquel que lo es porque sí. Por todo ello, yo siempre fui seguidor de este eclipse de luna llamado Manuel Agujetas, patriarca real de unas formas cantaoras harto olvidadas por las últimas generaciones y rompedor de las agujas del reloj del tiempo, pues cuando uno canta así, ni es pasado ni futuro… se es eterno. Fiel a sí mismo, para bien o para mal, jamás dejó a nadie indiferente, y como los buenos toreros de arte, o bien obtenía el clamor o bien la espantá. Era precisamente esa avasalladora incertidumbre de su carácter un rasgo inequívoco de su visceral raíz cantaora, la de ese no saber qué pasará, la que creaba a su vez una atmósfera tan mágica como inesperada. Se nos ha ido pues no sólo el cantaor más herío, sino también un acaparador de sensaciones contradictorias, que a su vez, y con o sin disputas, no tenían más remedio que doblegarse ante su grandeza, la del ser humano y la del artista rebelde de sí mismo. Y es que un artista debe ser reflejo de sus inquietudes humanas, de su temblorosa incertidumbre, sin miedo a mostrarse como tal. En este sentido, dudo mucho que haya habido un cantaor siquiera igualable a Manuel Aguajetas, donde el escalofrío a flor de piel era sólo el inicio de un tropel de puñalás que te recorrían el cuerpo. Esas puñalás en sus tonás, fandangos o bulerías para escuchar, eran las mismas que dolían pasados los días, en forma de recuerdo, bucle de una madrugá sin tiempo.

No hace falta nombrar sus actuaciones y méritos por todo el mundo, pero aún tenemos frescos, casi a flor de piel, el sudor frío de su cante en sus últimas apariciones, donde pese a la edad, sentó cátedra en la Bienal de Sevilla o en la misma Guarida del Ángel jerezana. Últimamente, me decía que tenía ilusión con ese monumento que dentro de muy poquito le pondrán en Jerez, y pese a algunos achaques de salud, me decía afanoso que muy pronto iba a cantar aquí, al igual que me hablaba de un proyecto literario en el que le ayudaba su señora, el cual yo le animaba a terminar.

Voz y eco de una pureza ingobernable, crisol de la seguiriya, rey…del cante gitano. Descanse en paz Manuel de los Santos Pastor, por siempre eco y cueva del sonío más ancestral, espina y sangre de la flor del cante.

 

Publicado en Información Jerez el domingo 27 de diciembre de 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Escritos Sobre El Taurinismo Universal



Merece la pena contemplar, y si acaso hasta reivindicar (si bien no precisa defensa pues su categoría está muy por encima de ataques y modas políticas), ese tipo de Literatura Taurina que sin querer se está convirtiendo en joyas supervivientes, una especie que cierta parte de la sociedad anhela extinguir. Cabe decirlo, la tauromaquia siempre ha estado sufriendo todo tipo de ataques y vejaciones de reyes y de políticos e incluso de algún Papa, y siempre ha sabido adaptarse a los tiempos y sobrevivir sin perder su esencia de bella tragedia y rito de creación de la vida y de la muerte. Precisamente ha sido ese estigma de supervivencia o caza de brujas que la tauromaquia ha padecido la que a su vez le ha dotado de una verdad tan fiel y real que ha podido con todas las mentiras.

La Literatura Taurina ha sido y es, pues, fiel a esa única verdad, la de la creación de un arte único y visceral, y representa, pues ha ido de la mano con los avatares de España, un fiel espejo de nuestra historia social, política y cultural. Nuestro mayor pensador, don José Ortega y Gasset, escribió un librito que si bien no es hondo, sí ahonda: “Sobre la caza, los toros y el toreo”, donde fusiona al toreo con nuestras costumbres tal que son una. De toros escribieron y poetizaron algunas de las plumas más brillantes y vibrantes tales como Valle-Inclán, Machado, Alberti, Cossío, Miguel Hernández, García Lorca… cada cual a su ritmo y compás, pero todos absorbidos o picados por este veneno maravilloso del toro y el torero. Otros contemporáneos como Joaquín Vidal, Benítez Reyes o premios Nobel como Camilo José Cela y Vargas Llosa han recogido y hecho suya esta liturgia de vivencia y supervivencia dándole a este arte el sentido universal que en su día ya aclamaba Pepe Bergamín.

La Literatura Taurina, por ello, capta la que quizás es la única verdad, perseguida por inquisidores e ignorantes, que nos queda en nuestra idiosincrasia, espejo de nosotros mismos. No cesen de ser curiosos e indagar en este misterio del toreo y sumergirse en ese mar o más bien océano de olas aladas y desoladas, pues el toreo encierra tanto glorias como fracasos… como la vida misma. Libros como “La Música Callada del Toreo”, de Bergamín; “Juan Belmonte, Matador de Toros”, de Chaves Nogales; “Rafael de Paula”, de Benítez Reyes; “Gitanos en el Ruedo”, de Joaquín Albaicín; “La Suerte y la Muerte”, de Gerardo Diego; “Joselito, el Rey de los Toreros”, de Paco Aguado; “La Gran Temporada”, de Fernando Quiñones… son sólo algunos escritos que engalanan la riquísima literatura a la que se le debe mirar de frente, pues es de las pocas verdades que nos queda sin temor a ser engañados.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 18 de diciembre de 2015  


miércoles, 9 de diciembre de 2015

La Escuela de Tauromaquia


 
Hace unos años, en plena corriente emergente antitaurina, fui a la placita de toros de Chapín. Había quedado una mañana con mi amigo Eugenio Cobos, quien me iba a facilitar unas fotos antiguas de Gallito y Belmonte, las cuales utilicé para mi libro “Entre Clamores y Espantás”. Allí estaban toreando de salón chavales de la Escuela Taurina de Jerez. Los observé en silencio, algunos con los trastos más grandes que ellos mismos, pero todos heridos por la pasión afanosa de torear sobre un albero y soñando con los pitones de un toro que embiste a sus vuelos. Supe inmediatamente que mientras exista esa llama de ilusión en este arte tan ingrato como romántico, seguirá existiendo la tauromaquia, por muchas triquiñuelas maliciosas que los ignorantes pretendan dictar con sus mojigangas.

Hace unos días se celebró el I Encuentro Cultural de antiguos alumnos de la Escuela de Tauromaquia de Jerez. Merece la pena valorar y aplaudir la enorme labor, antes a corriente y ahora a contracorriente, que dicha escuela hace por la tauromaquia y por unos niños y ahora hombres que crecieron bajo la idiosincrasia del respeto, el valor y la lucha por una forma de vivir que es tan noble para el toreo como para la vida. Resulta encomiable la labor de los toreros y profesionales que inculcan este dulce veneno a los alumnos, ávidos de la luz de la torería, de ese ser o no ser toreros, esos que están y ya no están, como mi siempre recordado Copano, fiel banderillero de Paula, e igual que mi querido Cámara, a quien pude saludar en dicho acto, como a aquel Rafaeli rumboso, así como a Eduardo Ordóñez. Fueron las palabras de Antonio Lozano las que no sólo pusieron el toreo en su sitio, sino más aún reivindicaron que tanto el toreo como los toreros vuelvan a ser lo que siempre fueron ante la cultura y la sociedad, hoy enturbiada y perturbada por los que ni saben ni desean saber. Puso la poesía emocionante y emocionada mi primo Junquera, rememorando el duende arrebatador de Paula con aquel toro de Benavides en Madrid.

Grato, pues, este acto donde los aficionados confraternizaron en torno a lo que es nuestra cultura… los toros, al igual que el vino, el caballo y el flamenco. Mérito sin duda la de esta Escuela de Tauromaquia de Jerez, que ha dado no pocos toreros, hombres ante la vida, que saben ir por derecho ante el mundo. Recojan el guante estos políticos que miran para abajo y escupen para arriba. Y es que se ha de respetar no sólo lo que se entiende sino más aún aquello que no se entiende.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 4 de diciembre de 2015

domingo, 1 de noviembre de 2015

El Sentir Y El Distinguir



A menudo me pregunto, ¿importa de verdad el sentimiento? ¿Tiene acaso aún cabida en este mundo, tan plagado de artificios y redes? ¿Tiene significado el saber distinguir aquello que irradia pureza por los cuatro costaos de aquello del fácil triunfo y fácil olvido? No lo sé… pero sí sé de aquellos locos románticos que sencillamente no saben sentir de otra manera. Porque el sentimiento, como el alma, es de las pocas cosas con las que uno nace, goza, sufre y muere. Un gen indomable que nos pertenece queramos o no, y que desde luego nos diferencia. Cierto es, el ser sensible sufre más, porque las emociones las vive a flor de piel. Recuerdo cuando era un renacuajo revoltoso y se alzaba una voz cantaora entre una reunión, yo me acercaba silencioso y asustado por entre las piernas de los mayores y veía a un hombre moreno con los mofletes como globos sentado en una silla de enea. Ni que decir tiene que no entendía nada de aquel cante, ni el palo ni el porqué de aquella impronta. Sin embargo, aún recuerdo aquellos vellos de punta y aquella emoción neófita y arrebatadora que me producía escuchar la voz y más aún el eco de aquel hombre. Con el tiempo, supe que era Fernando Terremoto quien me descubrió un nuevo sentimiento, desconocido por mí, el de saber sentir sin necesidad de entender. Mayor intensidad dolorosa, gozoso sufrir, sentí la primera vez que vi torear a Rafael de Paula, en tentaderos en el campo, cuando yo aún muy niño apenas sabía diferenciar entre un capote y una muleta. Aquella templanza, aquella cintura partía me pareció un sentimiento tan devastador que sólo lo vi comparable al amor y sus milagros, algo que sabía sin saber que estaba por encima del bien y del mal.
Con la escritura, aunque más leve y pausadamente, sentí también descubrirme como reflejo o espejo de un halo que sin saberlo ya me pertenecía. Y aunque mis primeras lecturas con El Quijote fueran nefastas y tediosas, pronto descubrí a Goethe, Juan Ramón y Nietzsche, quienes entre otros, me hicieron no sólo descubrir sino más allá descubrirme a mí mismo. Y conste, que también con más primaveras, ¡redescubrí a Cervantes y su Quijote afortunadamente!, cuya lectura apliqué a la vida y sus fantasmas. Termino diciendo que no sé si sirve de algo sentir y saber distinguir en este mundo del hoy sin mañana, del Wasap, el Twitter y el Facebook… y es que prefiero sentir lo vivido y vivir lo sentido. Ojalá pesara más el para siempre que el para hoy.
 
Publicado en Viva Jerez el viernes 23 de octubre de 2015

jueves, 17 de septiembre de 2015

55 Años De Un Milagro Torero




Contigo se fue la última luna, la que tornaba la tarde en noche. Esa caprichosa, misteriosa y enduendada epifanía al verte pisar el albero en tus sólo tuyos andares perezosos y enjundiosos, cual caballo cartujano que sobre la orilla moja sus cascos. Contigo esa maravillosa incertidumbre del todo y la nada, moneda que en el aire vuela, con su cara y su cruz que sobre el albero espera. Contigo la canela y el clavo, cuando tus muñecas sobre el percal se esparcen, tan tuya la tela como tú de ella, capote que rosa y azul aguarda, tú corinto y azabache esperas y el toro que fiero galopa sorteando barreras buscando prender entre sus pitones a la muerte incierta. Contigo la verónica, que duerme a Cristo muerto, cobra su real nombre, pues acaricias la tragedia sin ocultar su drama terrible. Conspicuo del milagro, dueño del terreno y albero, derramas tu duende como bota que su vino esparce, emborrachando de aromas el tendido que arde. Contigo la locura, el fuego y su compás que se yerguen en tu cintura santiaguera, soniquete de una raza que de fatigas sabe más que nadie. Contigo la chicuelina al paso, la media y la serpentina, el acabose y el escalofrío, el cante gitano y las camisas partías. Ya el toro es cómplice, amigo más que enemigo, amor más que odio… que a tu roja muleta atiende como pozo que espera al agua, como sangre a la herida que tu cadera danza y abraza. Contigo la cintura rota, el desgarro doloroso y gozoso de un codilleo sin pecado.

Contigo la belleza última y desesperada, la de la naturaleza oculta, oscura y fatal, que seduce y cautiva como el puñal a la herida. Contigo el muletazo de frente, el trincherazo, y el molinete, sueño o desvarío de una tarde inexplicable, aquella en la que se hizo noche entre lágrimas que a la luna di y hoy o cuando ella quiere esparce en bronce y plata. Contigo el martinete y la toná, el yunque y la fragua, seguiriya que arrebata sin necesidad ni porqué. Contigo el cielo y el infierno, la bronca o el clamor, genialidades que por genio no supo dominar su genialidad. Pues el soplo llega cuando quiere y no cuando uno desea. Pues le dio Dios tanto el milagro como la condena. Contigo la lucha y la desazón del querer y no entender que lo sublime está al filo del abismo, como la luz de su sombra. El misterio de un milagro que aparecía sólo de cuando en cuando y de donde en donde, como astros que se alinean para crear un universo único e irrepetible. Fragilidad y arrebato en aras de la más bella tragedia, pues sólo tú supiste de tan trágica belleza. Tan venerado como criticado, pues dime quiénes son tus enemigos y sabré de tu importancia… Rafael ha padecido las críticas más feroces y envenenadas, inequívoca razón o sinrazón de lo desbocado de su pasión.

55 años de aquel 9 de septiembre cuando Ronda te vio tomar la alternativa. Descubierto por Bernardo Muñoz, “Carnicerito de Málaga”. Admirado por el mismísimo Pasmo de Triana, don Juan Belmonte. Bautizado artísticamente con el arcangélico sobrenombre “de Paula” por don José María de Cossío. Poetizado por Bergamín, Pemán, Antonio Murciano o Benítez Reyes. Sueño de los pinceles de Ramón Gaya, Juan Lara, Paco Toro o García Campos. Contigo la espiga, el barro y el hierro. El eco de una voz desgastada y mal hería, arcángel santiaguero de la torería, tallado por los ecos de la calle Cantarería. 55 años… ya telúricos y neblinosos, y siguen temblando los versos de Montero Galvache: “Cairel del temple, Partenón gitano”.
 
Publicado en Viva Jerez el viernes 11 de septiembre de 2015

sábado, 5 de septiembre de 2015

Belmonte Literario




Ataviada de un áurea a veces excesivamente espiritual y hasta novelesca, la vida y hazañas de Juan Belmonte fue, es y será un reclamo demasiado atractivo para ser ignorado por los literatos, pero viene bien  de vez en cuando mirar al hombre desprovisto de tan ampulosa leyenda. Es lo que he hallado en un más que sugerente libro titulado “Juan Belmonte, por las caras del tiempo”, escrito por mi conocido Jesús Cuesta Arana. No es que este libro obvie o ignore a tan figura revolucionaria y vital para entender el toreo en lo que fue un “antes y un después de…”, el que nos sugieren los nombres de Joselito y Belmonte, reales pontífices de la tauromaquia y de la Edad de Oro que ambos protagonizaron, bien es cierto que sin olvidarnos de unos tales Rafael el Gallo, Rodolfo Gaona o Sánchez Mejías. Pero más allá o más acá, encontramos entre humos de puros al hombre que se sienta con su bata en su sofá y mira en su finca de Gómez Cardeña aquel retrato que le hiciera el gran Zuloaga, a buen seguro añorando en su siempre melancolía las tardes del héroe pasado mientras lee “Los Endemoniados” de Dostoievski. Y es que don Juan Belmonte tuvo que ser un hombre profundamente melancólico, llevado por esa disconformidad de todo genio y abocado a esa inusitada incomprensión hacia uno mismo. “Me conozco pero no sé quién soy”, parece decirnos la vida de un ser curioso de sí mismo. El hombre ávido por aprender de intelectuales de la talla de Valle-Inclán o un Sebastián Miranda y que a la postre fueron estos quienes aprendieron del torero. El siempre amante de mujeres que le importaba un bledo seguir o no las costumbres de una sociedad aún demasiado clasista. El mozuelo empedernido que jamás tuvo miedo de romper las normas, tales como cortarse la coleta natural fiel de los toreros de su tiempo, con tal de seguir su instinto. Y el mismo, ya a las puertas de la vejez, que sintiendo pánico y provisto de una agudización de su depresión, no dudó en pegarse un tiro, cual toro sobrero que esperaba en los corrales de su alma. Queda y siempre en lo heroico de su bella tragedia la ilusión de un hombre montado a caballo, garrocha en ristre y ataviado con zahones de cuero del caro, quien mira al horizonte de las claras del día mientras acosa a los bravos y sueña con seguir soñando.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 4 de septiembre de 2015


viernes, 14 de agosto de 2015

Kafka Y Su Metamorfosis



Se cumple un siglo de la metamorfosis de Franz Kafka. Quizás el libro que más me impactó en la adolescencia y aún creo… más allá de ella. ¿Un libro? Sí, un libro, con la efervescente complejidad de tornarse en algo misterioso, carnoso, monstruoso y hasta asqueroso estado según la edad en la que lo leas o releas. Y todo ello, con esa extraña simbiosis de fatalidad psicológica y preocupación maníaca social, aderezado con hasta ternura familiar, sin perder un ápice de naturalidad y humanidad, alejado de confabulaciones mágicas y alucinaciones circenses. Y es que este escritor nacido en Praga en 1883, hijo de padres judíos y que le tocó vivir el apogeo de la Primera Guerra Mundial, no tuvo una infancia fácil, más bien de tragos y estragos donde la difícil relación con su progenitor terminó por marcar el carácter tímido y encerrado de nuestro escritor. Pero pese a ese halo de melancolía asustada y huidiza de su imagen, Franz Kafka fue un hombre que gustaba sonreír y enamorarse. Su figura delgadísima y su altura no pasaron desapercibidas para las damiselas y hasta tres (por lo menos) acentuados amores pasaron por las páginas de su pasión. Aunque ninguna de esas mujeres pudiera competir con esa libertad que le proporcionaba la escritura, a la cual se entregó quizás como ejercicio espiritual para alejarse de la condena social que le suponía vivir en el mundo, del cual desconfiaba y parecía huir. De hecho, abstraerse de ese mundo, el cual lo trató a veces con crueldad, fue lo que le llevó a escribir sus propias realidades, diálogos, ensayos y hasta inconclusos aforismos, que relataban los realísimos espejos de su vida. Mucho se ha escrito sobre su vinculación con sus diversos personajes, sobre todo en su libro “El Proceso”, donde es difícil a veces no suponer ese estado de encerramiento en sí mismo sobre la sociedad que padeció tanto el autor como el personaje principal. Lástima que la enfermedad se lo llevase demasiado pronto, antes de cumplir los 41, lo cual no fue óbice para dejar a la posterioridad algunos escritos tan singulares como difusos y desconcertantes. Ya enfermo en 1920, confió diversos manuscritos a su amigo Max Brod, el cual se vio en el peliagudo dilema de quemarlos, tal como le dejó escrito antes de morir Kafka, u obviar dicha última voluntad y salvarlos de la quema para sacarlos a la luz. Fue esto último lo que Brod hizo, y después de un estricto trabajo de ordenar escritos, muchos no terminados, la obra de Franz Kafka constituye una de las lecturas clásicas, borrascosas algunas por esa falta de desenlace, pero enigmáticas sin duda, de la cual me sigo sintiendo cautivado.

 

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 31 de julio de 2015

miércoles, 5 de agosto de 2015

Los Miedos Toreros



El miedo es la razón de llegar a torear con el alma, por ello, sólo los que lo conocen podrán olvidarse de él. Y es que al miedo hay que conocerlo, guste o no, desde sus mismas tripas. Las tripas del miedo, pues las tiene, esas que se mueven y remueven pegándote pellizcos y hasta bocaos cuando sale el toro de los chiqueros, soplando como un poseso al trote de un diablo con cuernos de fuego. Por ello, por sentir, padecer y hasta oler el miedo, el torero no sólo es un gran héroe, cuya hombría no puede ni debe ser cuestionada más allá de su lucimiento, sino también un gran psicólogo, inclusive y en casos más concretos, un gran filósofo. Porque al miedo no se le supera a costa de “echarle huevos”, ¡pues para huevos los del toro!, sino a costa de psicología, esa que templada y sutil, se le va dando coba desde las noches anteriores, hasta medio domarla. Y es que al miedo se le habla. De hecho, los diálogos con ese pavor pueden llegar a ser terriblemente caóticos, desmenuzando los más íntimos instintos del ser humano y en ese mismo dialogar, descubrir o redescubrir unos valores intrínsecos de nuestro ser, los cuales hasta desconocías poseer. Le decía el gran torero filósofo, o filósofo torero, Domingo Ortega al genial Rafael de Paula, que el valor reside en saber sentirse preparado. Lo dijo precisamente uno de los más sabios pensadores de la tauromaquia, al igual que otro gran dialogante con el miedo que fue Juan Belmonte, quien en su libro escrito por Chaves Nogales desvelaba los avatares y debates con el miedo, tal como si fuese un amigo o más allá un enemigo, o quizás habría que añadir un enemigo que termina siendo amigo. Y justo es decirlo, han sido precisamente aquellos grandes conocedores de los meandros del miedo los que han llegado a torear con más alma. Aquellos que se han olvidado del cuerpo para desvelar su bellísimo espíritu. El Gallo, Belmonte, Cagancho, Vázquez, Romero, Paula… son y serán los grandes valientes, ¡y no sé hasta qué punto los únicos!, que han elevado su alma en aras de sus miedos luzbenianos. Y es que al miedo hay que darle su valor, su torerísimo valor, pues no hay nada más torero que el miedo. Bendito miedo, visitante cruel, terrorífico espectro, amigo o enemigo, salvador o vendetta, silencioso compañero de vida, engendro de temores.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 24 de julio de 2015

miércoles, 22 de julio de 2015

San Fermín, Ese Gozoso Pecado



Pamplona, San Fermín, podría parecer y parece un caos bullanguero donde lo puramente taurino importa cada vez menos en post de un jolgorio cual cuadro abstracto, donde lo obsceno glosa una pintura de mil colores y formas… monstruosas. Mirado este cuadro de lejos, parece un paisaje de Goya en su época oscura, pero una vez que te acercas y te adentras en su infinito universo, te das claramente cuenta, cual epifanía, que también esa pintura posee mucho de Tiziano y de Velázquez. San Fermín es un pecado donde todos se rezuman y salen santificados, pues cautiva al santo y al demonio, que de todo allí pasea a sus anchas, y a cuyo encanto sucumben irremediablemente. Ver a los toros correr por las calles constituyen todo un cántico primitivo, donde el fiero animal (aunque cada vez menos fiero) se transmuta en un río de cuernos de terror que corre a velocidad portentosa y rítmica hacia ese mar de albero que es la propia plaza de toros. Los corredores son valerosas sombras que desean hermanarse con ese majestuoso terror. Y es que el corredor desea fervorosamente ser parte del toro, sentir su poder, su pulso, su sudor y hasta su espíritu. Que el toro cornee no es ningún accidente desgraciado, sino una muestra fidedigna de ese hermanamiento. “Dame tu mano y abrázame en ti”, parece decirse el uno al otro. De todo ello, y de vino, borracheras y perversión supo y mucho Ernest Hemingway, enamorado de aquella Pamplona y seguidor de las andanzas de Antonio Ordóñez. San Fermín es un espíritu libre, como esa plaza del sol y sombra, donde los terribles y ensordecedores cánticos de las peñas crispan al torero más frío, pero cuyo milagro reside en esa misma atmósfera de paz y guerra, silencio y ruido, razón y confusión. Pamplona, ésa de blanco con pañuelos rojos, la misma para gozar y sufrir.
 

Publicado en Viva Jerez el viernes 18 de julio de 2015

jueves, 2 de julio de 2015

Dejad A Las Artes Libres



Parece ser que los políticos no se enteran, o más bien hay que decir que no se quieren enterar (acordémonos de ése que proclamaba que no hay más sordo que el que no desea oír) de que los toros y la tauromaquia ni antes ni ahora y espero que ni después, jamás pertenecen a izquierdas ni a derechas. Si acaso, y por catalogarlo concienzudamente, habría que denominarlo como república independiente de la cultura libre, esa que emana del pueblo y sus gentes y que jamás pide el carnet ni la condición ideológica de cada ser. Politizar cualquier tipo de expresión cultural no sólo es un atropello ilegítimo, sino más allá atenta contra lo más sagrado de los pocos dones que la vida nos otorga: la libertad y la legítima oportunidad de elegirla. Que unos señores, los cuales ignoran el mundo del toro, con esa osada osadía que concede la ignorancia, pretendan desdeñar o inclusive abolir la tauromaquia, insisto, desde la más caótica ignorancia, podría producir no sólo un sacrilegio contra nuestras costumbres e historia (ya dijo el gran pensador Ortega y Gasset que no se podría entender la historia de España sin las corridas de toros) sino un caos en cuanto a pérdidas económicas de medidas brutales y por ende el mismo caos medioambiental que significaría perder los miles y miles de hectáreas que riegan nuestra piel de toro, auténticos pulmones de España, en el que viven cientos de especies animales y que son dedicadas y cuidadas por y para ese rey de la dehesa que es el toro bravo. Ignorar estas realidades significa crear una guerra a costa de banderas y colores, o lo que es lo mismo, politizar la libertad cultural. Empero, no es cuestión de convencer en cuanto a gustos morales o inmorales, pues a los toros va el que lo desea, sino de respetar, y respetar hasta aquello que inclusive se nos escapa de la razón.

Escuchar hablar a un político de toros (no a todos, pues alguno se salva) es tan desconcertante como poner a un ciego de guía por el Museo del Prado y esperar a que te analice cuadro por cuadro, salvo que el ciego tiene su disculpa por su discapacidad y el político no, pues mira pero no ve. Insisto, los gobernantes ni deben ni pueden utilizar la cultura como moneda de cambio en sus guerras políticas de injurias y perjuras. Dejen las artes en libertad.

 
 Publicado en Viva Jerez el viernes 26 de junio de 2015

sábado, 6 de junio de 2015

El Cante, Búsqueda y Verdad




Existen cantaores y tocaores que se pasan toda la vida buscando el flamenco, sumergidos y sumidos en el desdén o cruzada de hallar su propia evolución musical bajo la bandera de la fusión o flamenco moderno. Bandera pirata, habría que añadir, pues se apuntan al barco que mejor se arrime y terminan perdidos precisamente en una búsqueda sin fin. Conste que estos buscadores perdidos o perdidos buscados, me parecen románticamente interesantes, pues atesoran ciertos valores intrépidos que no dudan en sobrepasar las lindes, las cuales a menudo los llevan al caos y la pantomima y otras más escasas al acierto y la originalidad. Pero no nos demos coba, o al menos nunca me la he dado a mí mismo; siempre he tenido querencia por esa extraña, mágica y misteriosa estirpe de cantaores y tocaores dueños o poseedores del secreto del cante en sus entrañas. Es decir, esos seres que fueron y nacieron tocados o encontrados por la pureza del cante, y que desde luego supieron después enriquecerlo y expresarlo a través de su solísimo duende. Ciertamente, en esta raza, Terremoto, Morao, La Paquera, Fernanda, Chocolate, Agujetas… quizás no hallamos esa a veces vertiginosa búsqueda o anhelo de querer buscar nuevos horizontes lejanos. La búsqueda existe, pero es otra, pues se trata de la constante persecución de la profundidad de sus sentires, esa que ni sabe ni quiere salirse de su verdad y que araña y martillea en el mismísimo yunque y tronco de la pureza. ¡Y es la búsqueda más difícil y a su vez más comprometida!, la de lidiar y no mentir, sino burlar al toro del tiempo a costa de cruzarse al pitón contrario y echarle la pata alante dándole el pecho, como haría el torero de Jerez.

Y con ello vengo a manifestar que, sin duda, existe una búsqueda, arriesgada y emocionante, hacia el secreto de uno mismo, como pozo sin fondo, donde el agua es limpia a pesar de ser oscura, y cuya sabiduría, aunque jamás nos sacia, nos va quitando la sed a base de sorbos únicos y arrebatadores. El agua del pozo de la verdad, alejado del mar de confusión de la mentira.

 
Publicado en Viva Jerez el viernes 5 de junio de 2015

viernes, 22 de mayo de 2015

Ese Brujo, Manuel Molina




A veces, sólo a veces, los sentimientos se expresan con tal desnudez del alma que trascienden por encima de etiquetas y conjeturas ortodoxas para ser… libertad. Y libertad embrujada, errante, que huye de notas carcelarias para alzar su tibia voz no para romper el silencio, sino para acariciar ese silencio y fundirse en él con una armonía tal que es… vivísima naturaleza. Es esta la sensación que siempre me dio ese poeta del flamenco que se nos acaba de ir, Manuel Molina. Cuya música, como digo, trascendía de lo estrictamente flamenco para fusionarse no con el pop o el rock, sino con los acordes y arpegios de la mismísima naturaleza. Porque yo, escuchando a Manuel, ya en su última etapa en solitario, con su traje blanco impoluto, sentado en su silla de enea, con esa guitarra mirando al cielo, con esas manos abiertas, como quien desea recoger y abrazar una oración divina, no esperaba escuchar ni a un cantaor ni a un trovador ni a un juglar ni a un sacerdote… ¡que de todo tenía un poco!, sino el caudal sinuoso, gitano y espiritual del discurrir de un río. El agua, siempre fresca, emocionante y casi mística, de una voz casi sin voz, de una guitarra casi sin cuerdas, de un sonido casi callado. La poesía en su más desnuda vertiente, entrelazadas con los giros del silencio como fiel aliado de la cueva de su garganta, buscando y a veces encontrando respuesta a ese alma abierta a la inspiración. Inspiración transida que a veces bajaba y otras no, pues los duendes caprichosos nunca jamás se someten. Pero cuando esto ocurre, concurren las notas más sinceras y hondas que podamos distinguir, pues es la misma emoción de vida, con sus lágrimas y fatigas, la que se abre a nuestros ojos y oídos.

Manuel Molina no ha sido un cantaor en sí, tampoco un guitarrista al uso, ni siquiera un músico dedicado a su tiempo, sino un hombre que amaba la vida, el amor, la paz y la naturaleza; que se transfiguraba en alba, en madrugada y en atardecer y que derramaba sus sentires flamencos como una lluvia de cobres y azabaches. Vanguardista, innovador, a veces transgresor, sí… Usen todos los apelativos que quieran, pero por encima y por debajo de todo eso, llámenle brujo de vida y libertad.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 22 de mayo de 2015

sábado, 11 de abril de 2015

El Prendi, Y Su Libertad Prendía



Lo que empieza siendo un escalofrío termina siendo una descomposición de sentimientos cruzados. Porque ver andar por las calles de Jerez a nuestro Padre Jesús del Prendimiento me lleva y me trae como una ola, casi a su antojo, que no al mío, recuerdos y vivencias gozosas y agridulces que van atadas a mi alma como ese cordón dorado que atan sus morenas manos. El Prendimiento es como un mar de luz claroscura que se abre paso acompasadamente en ese otro océano de sentimientos que uno lleva en sus adentros. Por ello, y atado a él, con cada paso y vaivén, con cada levantá y cada sentá, lleva ese tropel de razones irrazonables, esas mismas sinrazones que ni son religiosas (porque no precisan serlo) y que sólo claman al amor y su libertad. Esa misma libertad amada o amor libertino, que lleva en sus formas e idiosincrasia este prendío gitano de gitanísimo rostro herío. Y es que ese vía crucis de sufrimiento y ese amargo padecer entre esos Candilejas y Chupaceites (sayones martirizadores), es el vínculo necesario para alzar esa libertad perseguida, la de la resurrección y la redención que ora San Pedro cerca de ese gallo anunciador de su vergüenza.

El Prendi lleva en el silencio de sus labios esa voz callada, la que clama y vibra, como un sentimiento estremecido, el cante que a compás cada uno lleva en su corazón, que como un bombeo por tonás resuena en nuestro pecho. Su mirada piadosa y valiente parece querer decirnos sin decir que lleva el sufrimiento como compás de su sangre. La sangre de Santiago, morena como la madrugá, donde se canta para olvidar las fatigas. Porque bajo ese frondoso olivo se recogen como aceitunas negras esos ecos temblorosos de Terremoto, esa jondura negra de Tío José, ese enaltecer soniquitero de Sordera, esa musicalidad de viento en rama de la sonanta de Moraíto, esa poesía casi rezada de Luis de la Pica, esa saeta primitiva y errante de los Vargas y los Zambos, y en sus muñecas partías, esa media verónica de Rafael que se sobrecoge en su cintura juncal. Y lo dice calladamente, que a través de su sufrir hallaremos esa libertad amada, como un romance sin desenlace. Poco o nada me importan esas nuevas y bastas potencias plateadas, ni el cobijo que por casa aún te niegan, porque para mis ojos es una talla desnuda, desprovista de bordados dorados, y sí una obra que vive por los sentires que te miran, espejo de tez aceituna que el Desamparo llora y cobija en su prestancia.

 
Publicado en Viva Jerez el viernes 10 de abril de 2015

viernes, 27 de marzo de 2015

Salvar A Santiago




Los olores ya a primeras horas del alba, antes de que cantara el gallo, a puchero o a berza, hechas a fuego lento, dándole su tiempo a la olla hervir. Las charlas  y cotilleos ya de bien temprano, con esas gitanas sentadas con sus mandiles en las sillas de enea en las casapuertas siempre abiertas de esas calles Cantarería, Nueva, Marqués de Cádiz, Taxdirt… ¡Cuando las casas de vecinos estaban abiertas!, sin temor a que ningún mindungui apareciera para liarla. El olor y el color de esos geranios y rosas que adornaban aquellos patios de vecinos, donde uno se sentaba sobrecogido por un frescor que te abrazaba. El ir y venir de los hombres de la casa, muchos valientes trabajadores de gañanías, donde de sol a sol se dejaban el sudor de sus frentes para traer ese jornal que hiciera hervir la olla. Esos niños y niñas en mitad de la calle corriendo y jugando al escondite, entre las broncas y chillidos de esas abuelas, cansadas y hartas de las diabluras de los chiquillos. Y entre todos estos avatares de ires y venires, ese siempre olor a vino en las peñas y cocinas y esa voz cantaora, que sin hora ni motivo se alzaba para olvidarse de las penurias y fatigas. Sí, esas siempre estrecheces en las familias, aliviadas por ese sano humor del compás por bulerías de la raza calé. Esa hermandad entre primos y hermanos para ayudarse entre unos y otros, cariño y amor sincero, divisa de esta sangre errante. La soberanía de todos aquellos artistas, banderas y estandartes del arte por todo el mundo. Cantaores, tocaores, bailarines… y hasta un torero mágico, quienes le han dado misterio y distinción a un Jerez simpar. Aquel era el barrio de Santiago, hasta hace poco, cátedra del rumbo y compás; hoy… un lugar por donde cuesta incluso pasar. Desde aquí pido a los políticos, empezando por la Alcaldesa García Pelayo, que cuiden el barrio de Santiago, sus calles, sus casas… aquella idiosincrasia.

Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de marzo de 2015

sábado, 21 de marzo de 2015

Tras Los Huesos De Cervantes


Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547 – Madrid, 1616) “mandóse enterrar en las monjas Trinitarias”, dice su acta de defunción, allí en su barrio vecino, hoy conocido como el de “las letras”, donde habitaban esas monjas a quienes Cervantes dedicó su Quijote. Allí, en ese convento donde residía su propia hija, Isabel de Saavedra, quien pasó a ser llamada “Sor Antonia de San José”. Del español más universal de la historia se describe nariz picuda y frente despejada, sólo seis dientes en la boca. Sufrió en la batalla de Lepanto varias heridas, tanto en el pecho como en su mano izquierda. Son, desde luego, muchos los datos fidedignos que nos llevan a aseverar que ciertamente este hallazgo, para el cual se han puesto de acuerdo las partes religiosas, políticas y arqueológicas, pertenece a los mismísimos huesos del escritor. Los suyos y, claro está, los de dieciséis personas más, entre ellos los de su propia mujer, Catalina, que ahora son, pese a todo, puestos en entredicho, pues ante la imposibilidad de sacar pruebas de ADN, nadie puede asegurar que efectivamente son los huesos del escritor los que desvelan dicha cripta. El destino ha querido que esos huesos, su alma, su leyenda, sigan siendo un misterio. Unos huesos que parecen reírse satíricamente del mundo y del tiempo, y que aún hoy descubiertos parecen susurrar: “Aquí me halláis, pero no me tenéis”. Y es que la falta lógica de una sentencia exacta nos hace dudar de tal hallazgo. Hallazgo callado por otra parte, pues era como una voz que espera ser escuchada en ese libro escondido y acurrucado entre tantos otros en esa tumba con las iniciales M.C.

Cervantes, sus huesos… o no, siguen escribiendo a lomos del misterio de su figura, cual hidalgo errante, el único y más heroico, ese Quijote atormentado, poseedor de un romanticismo eterno. Quizás, el olfato comercial y el enorme impacto turístico que supone aseverar que dichos restos pertenecían a su figura, ganen la batalla de la duda. Con todo, no deja de ser un homenaje de gratitud el hecho de indagar en su secretismo. Quedémonos con su legado escrito, siempre bañado con una sátira y originalidad difícilmente igualable, como esos huesos que se ríen inquietos desde el subsuelo, ahora levantados pero… no desvelados. Los escritos de Cervantes, donde no residen sus huesos, pero sí su alma.

Publicado en Viva Jerez el viernes 20 de marzo de 2015

miércoles, 11 de marzo de 2015

Silencio, Canta Agujetas




Durante casi dos horas, la Guarida del Ángel se tornó el pasado viernes de madrugada en el centro neurálgico del cante. Precisamente eso, una guarida donde se cobijaron todos esos aspectos caprichosos y duendísticos donde se fusionan la sabiduría y grandeza del cante clásico y jondo con la naturalidad y desnudez de un hombre sin tiempo. No pretendan entenderlo, pero sí sentirlo, el hecho real por el cual cada vez que Manuel de los Santos Pastor, “Agujetas de Jerez”, sale al escenario, un silencio cortante y sepulcral hace su presencia cual epifanía, para recrearse y transmutarse en silencio estremecido cada vez que este cantaor se duele y se conduele con su voz. Craso error cobran aquellos que pretenden analizar o encasillar a este rebelde cantaor, pues el arte, ese que se queda solo porque siempre lo estuvo, es por viejo y sabio… libre. Esa libertad que Agujetas atesora la da precisamente el saber de las entrañas y las tripas del cante, con la más culta de las culturas, la de vivir y haber vivido una pureza sin igual, la de su familia, y la de saber sufrirse cantando. Y digo bien saber sufrirse, pues el cante, ese que arrebata y conmueve, se dice con fatigas, como el toreo de Paula, ese que se queja en los huesos para hacer temblar a los corazones.

Y aquí entenderá y sentirá aquel que sepa y pueda, pues no todos están dotados de esa sensibilidad y esa verdad. E ignorantes… ya se sabe, se cuentan por imperios. Yo me quedo con la fuerza de este hombre sin tiempo, ese que habla y dice lo que quiere, con y sin razón, pero fiel a su espíritu, ese que indomable y primitivo quintaesencia al martinete, la soleá y la seguiriya con un metal que hasta hiere y sangra al silencio. Y queda al final de su actuación esa sensación, gozosa y vacía, de haber vuelto a poner al cante en su lugar, ese lugar que muchos procuran desvirtuar y prostituir, y que gracias a supervivientes como él podemos seguir creyendo en que cuando la pureza llega… lo borra todo.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 6 de marzo de 2015

viernes, 6 de marzo de 2015

Esas Des-Bellas Des-Artes



Resulta ya casi tradicional escuchar los cantazos y cantinelas que esos que distinguen y otorgan las medallas de oro a las Bellas Artes nos comunican año tras año. Y es que esta distinción, antaño señera y justa, ha terminado transfigurándose en algo parecido a un mercadillo o tienda de chinos donde poco cuesta y nada vale. No se entiende el cómo ni el porqué, aunque sí el cuándo, en el que esos que eligen deciden mostrar pleitesía al toreo clásico y tal como la propia medalla cobra nombre de “Bellas Artes”, y tras unas primeras concesiones fieles al buen concepto, en las posteriores ediciones hacen apología del “dar por dar con tal de figurar”. Y si ningún favor hacen los que conceden, flaco favor hacen esos muchos medios que bendicen dichas concesiones, sea quien sea el premiado, bajo la bandera de que en realidad se premia a la tauromaquia y que es una forma de reivindicar el toreo en cultura ante las otras artes.

Y es que no se debe dar por dar, precisamente porque es en la justa selección, aderezada por un juicio cabal y razonable, cuando se distingue y da auge al premio, sea cual fuere. Y si ello implica que pasen largos años sin concesiones pues mayor honor tanto para el arte como para el artista. Con todo, siempre pensé que son los premiados los que dan categoría a los premios, y no al revés. Por ello, manifiesto que esta hoy medalla de mercadillo, se aprovechó de los nombres de Antonio Ordóñez, Ángel Luis Bienvenida, Antoñete, Paco Camino, Manolo Vázquez, el Viti, Curro Romero y Rafael de Paula para darse crédito y significado a la denominación de “Bellas Artes”, y de muchos años para acá dar por figurar.

Mucho deberían recapacitar sobre la ética y el concepto, aunque… claro está, tanto al principio como al final de los días, el único y verdadero premio para un artista es formar parte del propio pueblo, de sus gentes, esas que en su día se unieron al sentimiento de un artista hasta hacerlo cultura misma, esencias del sentimiento de la tierra.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de febrero de 2015

sábado, 21 de febrero de 2015

Gitanos Ensalzados y Difamados



El gitano tiene que demostrar todos los días y a todas horas que es honrado; el payo se da por hecho que es honrado, hasta que se demuestre lo contrario”. Son declaraciones de un patriarca gitano que se pudieron escuchar en el programa de TVE “Ochentéame otra vez: soy gitano”. Y es que en menos de una semana hemos podido ver sendos programas dedicados a la etnia calé, pero de muy diferente índole. Dicho programa de TVE me pareció toda una declaración de honradez, seriedad y fidelidad a lo que es la verdadera cultura gitana, con sus luces y sombras, resaltando su arte (toreo, cante y baile) como forma natural de su expresión sufrida, y no por ello ocultando lo dificultoso y tortuoso de ser gitano en una sociedad harto discriminatoria, la cual no cesa de enriquecerse de su folclore cuando le conviene o le viene en gana y a su vez incriminar y difamar a esta raza a las primeras de cambio. Con todo, interesantísimo documento, lleno de fondo y trasfondo tratado con la sensibilidad que se merece.

La cruz de la moneda fue ese otro programa de la Cuatro de cuyo nombre no quiero acordarme, el cual, llevado por los Chunguitos (algo así como los payasos de la tele pero sin gracia ni sentido común), hace de los gitanos una especie de nómadas sin más declaración ni intención que la de ridiculizarse y caer en el más injusto tópico del gitano sin clase ni base. Flaco favor le hacen a su propia raza estos personajes, los cuales se venden al mejor postor para ensalzar como Salazar que son lo que por historia tanto nos cuesta limpiar. Y es que, miren ustedes, tanto gitanos como payos, los hay buenos, malos y regulares. Lo último que los gitanos necesitamos es que este tipo de programas nos presente algo así como monos de feria, sin educación ni respeto. Para mí, programas como el de la Cuatro me parecen dañinos y discriminatorios, que alejan y enturbian lo que es una raza llena de bondad, dignidad y sentimiento tales que son cultura, la de la sangre de una raza que crea arte con sus fatigas. Y dejo en el aire una última cuestión: aún con sus errores, no se conoce a ningún gitano que haya hecho lo que los Puyol, Bárcenas, Blesa, Rato, Julián Muñoz… ¿quieren que siga?

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 13 de febrero de 2015

miércoles, 28 de enero de 2015

Charlie Hebdo o La Provocación


Partiendo de la postura rotundísima de condena contra aquellos dos hermanos islamistas que asesinaron vilmente en aquel atentado de Charlie Hebdo, no podemos ni debemos estar ciegos ante esa otra arma camuflada en la democracia y la libertad  que utiliza dicha revista satíricamente. El hombre es (o debe ser) aquel que tiene el sobrado raciocinio para justificar la diferencia entre el bien y el mal. Me parece bochornosamente absurdo el hecho real de que estos dibujantes de Charlie Hebdo, bajo la bandera del humor satírico, provoquen y se mofen de todas las religiones habidas y por haber a sabiendas del daño moral y ético que ocasionan a los creyentes de buena fe. Y para los de mala fe, estas viñetas son provocaciones que sólo sirven para incentivar su maldad. Es decir, no se me ocurriría a mí darle un mechero y un bote de gasolina en medio de un bosque a alguien que sé que es un pirómano. Tampoco se me ocurriría regalarle una botella del mejor whisky escocés a un amigo que ha superado su alcoholismo, pues en ambos casos me convertiría más bien en su enemigo. Es la moral y la psicología la que nos diferencia de los animales y la barbarie. Si perdemos eso, o la mal utilizamos, perdemos el derecho a ser. Ese “ser o no ser” que nos dijera Shakespeare, es la moral o la inmoral, de la cual debemos beber o vomitar. Ni que decir tiene, por otro lado, que se precisa de la total ayuda internacional, pues es un problema del mundo, para atajar el crimen y el terror de los que se jacta el terrorismo islamista para fundamentar su sinrazón, esa misma que amenaza con matar a dos japoneses si su gobierno no paga lo que piden.

Ni Alá ni su profeta Mahoma tienen nada que ver con el mal uso que los hombres les den ni con las mentes enfermas y psicópatas que distorsionan la palabra escrita y sagrada. Pero insisto, Charlie Hebdo, este semanario francés de izquierdas, no se mofa y arremete de manera justa y razonable, pues utiliza y dispara con personajes sagrados para millones de islámicos y cristianos. No creo que el uso del dibujo y la viñeta sea una provocación menor que un “¡a ver si tienes cojones, hijo de puta!”. Termino como empecé. Lamento los hechos y condeno siempre la violencia, pero también a aquellos que incitan a ella por el solo morbo de vender más ejemplares con carnaza satírica.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 23 de enero de 2015

viernes, 9 de enero de 2015

Sangre y Tinta, Charlie Hebdo




Ante el atentado de los islamistas producido en París con el resultado de doce muertos a punta de pistola, no cabe más sentimiento que el de la indignación. Atentado contra el ser humano, atentado contra la libertad de expresión, atentado contra la ética y la moral, pero sobre todo, y ahí es donde más obligados estamos a pensar, atentado contra la propia religión y su fe. Y es que ya sea el dios que sea, con sus dogmas y enseñanzas, no existió dios que quisiera o admitiera la violencia y el asesinato como forma de expresión para reivindicar la palabra religiosa. Ningún dios o religión precisa de la barbarie, el horror y el temor para expresar sus inquietudes, pues cuando el ser humano sucumbe a tales extremos, no gana ningún lugar sagrado, más bien se condena a sí mismo y a su propio purgatorio, y con ella condena a su propia religión y a sus creencias. Cierto es, por otro lado, que la libertad de expresión, aquella que ejercían satíricamente en Charlie Hebdo, a veces rozaba con sus dibujos y mensajes la provocación nada diplomática y ética, pero no existe justificación para este atentado islamista tan sangriento como desequilibrado.

Pienso que la palabra siempre será la más valiente de las armas ante cualquier guerra. De hecho, las guerras pasan, pero la palabra queda. Y queda no como una epifanía romántica o mística, sino como un mensaje heroico y valiente ante lo atroz de la muerte y su política. Sin duda es la palabra la bala o la espada más letal si se sabe usar; la más amenazante y la más temida, porque no existen condenas ni cárceles que la retengan o la callen. Su mensaje es universal e intemporal, mucho más creíble que un atentado, cuya revolución sólo lleva a su propia contradicción. Esa contradicción llevada a la frustración que supone desvirtuar la palabra sagrada por capricho de unos perversos. No es más valiente el que mata que el que dice, ni el que miente vociferando que el que calla observando. Insisto: coartar la libertad a costa del miedo es un laberinto sin salida, donde pierde el que muere y el que mata, el que se limpia las manos de sangre y el que llora, el loco que se cree sensato y el sensato que comete locuras.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 9 de enero de 2015