domingo, 1 de noviembre de 2015

El Sentir Y El Distinguir



A menudo me pregunto, ¿importa de verdad el sentimiento? ¿Tiene acaso aún cabida en este mundo, tan plagado de artificios y redes? ¿Tiene significado el saber distinguir aquello que irradia pureza por los cuatro costaos de aquello del fácil triunfo y fácil olvido? No lo sé… pero sí sé de aquellos locos románticos que sencillamente no saben sentir de otra manera. Porque el sentimiento, como el alma, es de las pocas cosas con las que uno nace, goza, sufre y muere. Un gen indomable que nos pertenece queramos o no, y que desde luego nos diferencia. Cierto es, el ser sensible sufre más, porque las emociones las vive a flor de piel. Recuerdo cuando era un renacuajo revoltoso y se alzaba una voz cantaora entre una reunión, yo me acercaba silencioso y asustado por entre las piernas de los mayores y veía a un hombre moreno con los mofletes como globos sentado en una silla de enea. Ni que decir tiene que no entendía nada de aquel cante, ni el palo ni el porqué de aquella impronta. Sin embargo, aún recuerdo aquellos vellos de punta y aquella emoción neófita y arrebatadora que me producía escuchar la voz y más aún el eco de aquel hombre. Con el tiempo, supe que era Fernando Terremoto quien me descubrió un nuevo sentimiento, desconocido por mí, el de saber sentir sin necesidad de entender. Mayor intensidad dolorosa, gozoso sufrir, sentí la primera vez que vi torear a Rafael de Paula, en tentaderos en el campo, cuando yo aún muy niño apenas sabía diferenciar entre un capote y una muleta. Aquella templanza, aquella cintura partía me pareció un sentimiento tan devastador que sólo lo vi comparable al amor y sus milagros, algo que sabía sin saber que estaba por encima del bien y del mal.
Con la escritura, aunque más leve y pausadamente, sentí también descubrirme como reflejo o espejo de un halo que sin saberlo ya me pertenecía. Y aunque mis primeras lecturas con El Quijote fueran nefastas y tediosas, pronto descubrí a Goethe, Juan Ramón y Nietzsche, quienes entre otros, me hicieron no sólo descubrir sino más allá descubrirme a mí mismo. Y conste, que también con más primaveras, ¡redescubrí a Cervantes y su Quijote afortunadamente!, cuya lectura apliqué a la vida y sus fantasmas. Termino diciendo que no sé si sirve de algo sentir y saber distinguir en este mundo del hoy sin mañana, del Wasap, el Twitter y el Facebook… y es que prefiero sentir lo vivido y vivir lo sentido. Ojalá pesara más el para siempre que el para hoy.
 
Publicado en Viva Jerez el viernes 23 de octubre de 2015