sábado, 20 de diciembre de 2014

El Toreo Sobre El Tiempo



 
No es un cuadro al que puedas mirar cuando te apetece, tampoco un libro que deseas releer para recordar aquellos versos o párrafos. No es esa canción a la que tus oídos echan mano para levantar tu ánimo poniendo un cd.... El arte del toreo esconde su intrínseco e indescifrable misterio. Estamos ante una expresión única que discurre en ese estado de trance entre lo efímero y lo imposible. Lo que en la arena ocurre, ya sea una media verónica o un trincherazo, dura lo que un abrir y cerrar de ojos, con la sola red cautivadora que significa hacerlo con sentimiento o no. Amparados en esa red cautivadora, como la de esos pescadores que se lanzan al hondo mar buscando peces, sólo algunos toreros han sabido y podido desafiar al mismísimo tiempo, la ley espacio tiempo, para no caer en el olvido y acrecentar su toreo al nivel de arte sobre las demás artes. Justo es decir que asumo que, como aficionado, mis huesos y mi espíritu se retiraron en aquella feria del 2000, cuando Rafael de Paula se arrancó la coleta. Hoy por ser hoy, y antes por ser antes, en la mayoría de las corridas a las que asistía, apenas me acordaba de nada al día siguiente. Es decir, el toreo no aposenta mayor retentiva en la memoria que la pureza y el sentimiento que unos pocos privilegiados han sido capaces de transmitir; aquel misterio que refería Rafael el Gallo, decirlo o no decirlo, sí, pero sobre todo... tenerlo o no tenerlo, pues es imposible e inútil buscar el milagro en aquellos que no lo tienen. Craso error con el que hoy muchos comulgan. Poder hoy cerrar los ojos y recordar faenas mágicas y misteriosas de Paula o Curro que transcurrieron hace ya dos décadas o más no me resulta ningún esfuerzo de tiempo o razón, sino más allá una invitación que el propio tiempo me concede para gozo o sufrimiento de mis sentimientos. Digo bien gozo y sufrimiento, pues lo sublime y lo genial que mis ojos han visto y oído,  han transcurrido en ese extraño cauce del sufrir y del gozar, una angustiosa relación de drama y tragedia en aras de la sublime belleza. Jamás por ello he entendido a la tauromaquia como una alegre o circense explosión de entusiasmo y entretenimiento, pues eso no es el toreo, sino como un rito, diría que sagrado, con el que enriquecerme sufriendo, bellísimo sufrimiento que dirían Santa Teresa y San Juan de la Cruz. En el toreo, sólo vive y pervive aquello que se ejecuta sin más razón que la verdad y su pureza, por ello la mentira y la farsa no tienen memoria, pues se mueven en las lindes de las estadísticas y lo superfluo, aquello que presume ser de lo que jamás podrá ser. El toreo es la emoción del misterio, aquel que sin ser pintura ni ser música, algunos seguimos oyendo cuando los aires del tiempo lo dibujan en el recuerdo.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 19 de diciembre de 2014


lunes, 8 de diciembre de 2014

Flamenco o Cante Gitano



Cuando escuchas las nuevas direcciones que ha tomado el flamenco en las últimas tres décadas, te das cuenta que poco o nada tiene que ver con la raíz de este arte. El flamenco se ha diluido en un mar de fusiones en aras de un estado comercial tan difuso y confuso que parece que todo vale. El flamenco de hoy es una patraña, triste y embustera que miente más que habla y vomita más que recita. Me viene a la mente una entrevista al que es el gran patriarca de la guitarra gitana y jonda, llamado Manuel Morao, en la cual expresaba sabiamente la gran diferencia entre el cante flamenco y el cante gitano. Daba a entender este emperador de las cuerdas oscuras, que el flamenco en sí no es nada, más bien un invento del mundo empeñado en no llamarlo “cante gitano”. Inclusive un intelectual del calado de Lorca quiso denominarlo “cante jondo”, nuevamente empeñado en no darle a este vino su real denominación de origen. Ciertamente ha existido una encrucijada a principios y mediados del siglo pasado para no llamar a esta expresión de cante herío “cante gitano”, pretendiendo negar su vinculación cierta y fidedigna en post del interés comercial del mundo payo. Esta inexcusable “caza de brujas” ni es nueva ni a nadie sorprende. Es decir, el mundo gitano siempre fue marginado y mal visto (con o sin razón). Por ello, llamar al “cante gitano” como tal era tan mal entendido que era preferible abrir el coto de caza y llamarlo “flamenco”, donde todos caben y que tal como define el gran Manuel Morao… no es nada. Por todo ello, es necesario saber distinguir ese sentimiento con el que uno nace, arrebatador, íntimo y ancestral y que nos dice calladamente el camino de la pureza y sus senderos. Porque una cosa es el toque de Morao y Moraíto, como el cante de Chocolate y Agujetas, a quienes denomino “quejíos gitanos”, y otra es el flamenco, donde todo cabe y nada hay.

Es más que probable que muchos de los cantaores y tocaores actuales hayan confundido el término evolucionar con desvirtuar. Aunque, justo es considerarlo, sea en ese “desvirtuar” donde muchos hayan encontrado el pan de cada día. Pero esto no les exime de ser hipócritas en sí, pues pretenden vender lo que no son. Yo me quedo con el cante gitano, ese que a través de Manuel Torres no ha cesado de emocionar, improvisar y crear, pasando por esos intérpretes, fieles y dignos, de un son y compás sin más razón de ser que el de la sangre y la creación. Ojalá las nuevas generaciones, gitanas o payas, sepan beber de la fuente del agua oscura como la de ese Manuel Morao, fiel a sus formas y normas, y que, por cierto… ya debería tener un monumento en Jerez.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 28 de noviembre de 2014


sábado, 29 de noviembre de 2014

Fotografía Taurina



Las fotografías son ventanas en el tiempo que además, en su viaje, nos traen y nos llevan sentires y recuerdos. Dicho esto, ¿qué sería del toreo sin la presencia de la fotografía? Naturalmente hubiese seguido existiendo, pero hubiésemos estado privados del lenguaje real e inequívoco de una imagen detenida, presa y cautivada por el pulso y profesionalidad de un fotógrafo que quiso detener este arte en movimiento que es el toreo, para otorgarnos un pedacito de eternidad. La historia del toreo en sus últimos 130 años no hubiese tenido ese lirismo, romanticismo y épica sin la presencia de la fotografía. Cierto es que el toreo o la mal llamada “fiesta”, se ha sostenido a base de pasión. La pasión de los propios aficionados partidarios de unos y otros toreros y cuyo énfasis ha sido heredado con el lenguaje de la fe, no religiosa, sino artística, en unas formas y personalidades que muchos han contado a viva voz y otros lo han escrito a callado eco. Pero han sido la escritura y la fotografía los pilares necesarios para entender la historia, fuera de metáforas y confabulaciones a veces tan exageradas como embusteras. Cierto es, a menudo se escribe y se fotografía mintiendo, pero sólo sobrevive en el tiempo… la verdad. Por ello, es el propio tiempo quien se encarga de borrar a la mentira y a su vez realzar a la verdad.

Cuando, tras la muerte en Talavera de Joselito el “Gallo”, la cámara de Baldomero captó la imagen de Ignacio Sánchez Mejías acariciando desconsolado a José ya muerto, no nos dejó simplemente un testimonio gráfico de la historia de España, sino que nos dejó el estremecimiento en la vida de una pena inolvidable. Y con él, la tragedia, el drama y la muerte de este arte, superviviente de los tiempos. Fotógrafos como Aguayo, Canito, Arjona y Botán (entre otros muchos) han sabido captar no sólo una bella composición de luz y sombra, sino un sentimiento, a veces arrebatador y emocionado, donde Manolete y Chicuelo, y hasta llegar a Curro y Paula, nos dan un soplo de eternidad enmarcada en el fragante movimiento de aquella faena. Una mirada, una fugaz estrella, una voz… que se resisten a dejar de ser oídas, vistas y escuchadas en ese instante en el que un hombre quiso y supo detener… el tiempo.

Ni que decir tiene que de un tiempo para acá, con los adelantos técnicos, la fotografía ha perdido valor, pues ya no se captan momentos, sino miles de momentos en cámaras que disparan docenas de instantáneas por segundo. Nada que ver con aquellos cazadores que tenían que esperar el momento propicio. Me quedo con los fotógrafos de antes, cazadores del tiempo, y no con los de ahora, cazados o atrapados por el tiempo.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 28 de noviembre de 2014


Las Mentiras Del Poeta


La poesía está por encima del pensamiento y por debajo del alma. Es por ello que la poesía es siempre inalcanzable y a su vez tan cercana. El poeta vive en ese estado de extraña incertidumbre. De hecho, está acostumbrado a absorber la inspiración de la naturaleza sin llegar a superarla. El poeta está constantemente tan al borde de la verdad como de la mentira, pues desnuda su pensamiento siempre al límite de su idea inicial, idea virginal y clara, hasta destriparla, moldearla y esculpirla entre hipérboles y metáforas en su creación final. Y es en ese proceso de pensamiento y creación cuando la inspiración del poeta sufre el dolor de la creatividad, el trance del bien al mal, su caos particular, donde se termina ocultando la claridad inicial, convirtiéndose el poeta entonces en un engatusador de la palabra. No es el poeta el que dice verdaderas verdades sino el que las miente con gracia infernal y picaresca divina. He ahí su gran virtud y la esencia de su anhelo, conseguir mentir para explicarnos su gran verdad, oculta, sinuosa, final.

Bien creo justo decir que la poesía es un gran pecado de mentiras que por su bella verdad escondida merece ser perdonada. La libertad del poeta consiste en ser esclavo de su inspiración. Esclavo de las palabras y de su propia incapacidad. “Quiero lo que no puedo conseguir, amo lo que jamás alcanzaré”. Pero todo ello sin perderse de sí mismo, sin dejar de ser él. Por ello siempre me inclinaré por aquellos poetas que lo son sin saberlo, sumidos en su propia incapacidad para creer en su grandeza. Aquellos que dicen y hacen sin el esfuerzo o la preocupación de ser poetas. Son estos los que hacen de la poesía brote y desgarro con esa desgana y pereza que está muy por encima de los poetas que asumen serlo y que viven esclavos del querer ser… y no de lo que son.

Publicado en Viva Jerez el viernes 21 de noviembre de 2014

lunes, 24 de noviembre de 2014

Siete Vidas, Keith Richards




Llevaba años mirando de reojo ese libro anclado en mi librería, con esa portada entre lo chiflado y lo diablesco que resulta la cara de Keith Richards mirando desde su biografía titulada "Vida". Y es que la vida de este guitarrista, señor de los duendes malignos y sonantes, es como la vida de un gato travieso, pero un gato de siete vidas, una detrás de otra, con sus respectivas muertes y sus consiguientes resurrecciones. Esas siete vidas, traviesas y turbulentas cual gato que se resiste a andar según las normas y las leyes establecidas, quedan comprobadas de su longevidad por las propias declaraciones de Richards, que comenta: "a la semana sólo dormía una media de dos días, los demás días no dormía, con lo cual he vivido mucho más que los demás". En un principio, uno cuando compra un libro sobre sus satánicas majestades los Rolling Stones, presume que puedes caer en ese tópico, ya muy trillado, de sexo, drogas y rock n roll, y ciertamente tras leer este libro te das cuenta de que... es tan solo eso, una bacanal, fenomenalmente narrada de sugerente sexo, excesiva droga y de vez en cuando... rock n roll. Puede ser, que los Stones allá por los 60 fuesen más un símbolo que una realidad fehaciente, ya que fueron los escogidos por una generación de jóvenes anglosajones para llevar a cabo la revolución libertaria que todos anhelaban. Se trataba de chicos gamberretes pero simpáticos, rebeldes pero diplomáticos, alocados pero inteligentes, liderados por el carismático Mick Jagger, que querían sencillamente divertirse, sin miedo a probar las drogas que fuesen, ligarse a la modelo de moda o entrar en juzgados y calabozos de manos de policías y jueces que por un lado los odiaban por representar a una generación de inconformistas, y a su vez querían hacerse una foto con ellos y pedirles un autógrafo. Los Stones eran rebeldes porque sabían que aquellas multas e idas y venidas de los juzgados no irían a más, jugaron por tanto con esas polémicas que a larga sólo aumentaban su leyenda de chicos malos. Llegaron a ser tan grandes que pronto estuvieron por encima del bien y del mal. Sí, tenían policías detractores deseando encarcelarlos al primer escándalo, pero también abogados muy influyentes que les salvaban el culo. Sobra hablar de la grandeza de su música, algo así como un whisky áspero y añejo; y si bien hace mucho que no alcanzan el nivel de antaño, tampoco les hace falta. Los Stones, de hecho, viven y seguirán viviendo de esas veinte canciones de siempre y sobre ellas y bajo ellas esa leyenda que los representa. Es decir, la música en estado puro, un rock nunca demasiado duro, unos Elvis extrovertidos influenciados por el blues de la América negra y unas dosis de corrosiva mala leche. Y antes que de Jagger, siempre fui de este Keith Richards, algo así como un gitano nómada de Inglaterra, un mendigo que nunca quiso ser rey. Señoras y señores... los Rolling Stones.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 14 de noviembre de 2014

viernes, 14 de noviembre de 2014

La Búsqueda de Paco de Lucía



Se ha estrenado “Paco de Lucía: La Búsqueda”, documental sobre la vida y avatares del guitarrista algecireño realizado por su propio hijo, Curro Sánchez. Ciertamente ya sólo el título me parece no sólo sugerente, sino acertadísimo, pues tras ver la cinta terminas deduciendo lo que de por sí intuías… un creador que busca en el pozo de sus sentimientos la imposible satisfacción que le colme. Paco de Lucía era un gran inconformista, un trabajador nato y, a su vez, un gran atormentado. Cabe decirlo, suelen ser los grandes artistas de la historia los grandes atormentados, pues su propia genialidad termina martirizando al propio genio. Así mismo, podemos deducir que los artistas no geniales son mucho más felices que los geniales. Es precisamente esa fusión, tan divina como diabólica, la que hace que broten esos halos de luz creativa capaz de iluminar y fascinar al mundo. En el documental, el propio Paco lo declara: “a mí me gusta reírme y el cachondeo más que a nadie, pero cuando todo el mundo empezó a llamarme maestro fue terrible, y me volví un hombre amargado, porque esperaban mucho de mí”.

Pero es quizás su relación con el gran Sabicas lo que más me ha llamado la atención de este documental. La primera vez que en Nueva York escuchó Sabicas a Paco le dijo: “Está muy bien, pero debes crear y tocar tu propia música”, refiriéndose el gran Sabicas a que lo que hacía Paco era emular el toque del Niño Ricardo. Paco quedó impactado y en cierta manera traumatizado por el comentario del gran maestro. Sin lugar a dudas, Sabicas le estaba enseñando el camino a la gran piedra filosofal. Y es que Sabicas bien sabía que es la personalidad propia la que define y distingue a los grandes de los grandes imitadores. Sólo a partir de ahí, Paco de Lucía empieza a ser Paco de Lucía. Interesantísimo también resulta ver a Sabicas en una entrevista criticar a Paco de Lucía, cuando mucho más tarde y llenando teatros, el gran Sabicas sentía hasta vergüenza al ver y oír a Paco hacer música que nada tenía que ver con el flamenco, llegando a manifestar que le entraban ganas de levantarse e irse. A pesar de ello, declara Sabicas que su sucesor era Paco. Yo, al menos, nunca jamás he considerado a Paco de Lucía artista flamenco. Su toque, de hecho, jamás me emocionó por su pellizco flamenquísimo o gitanísimo como sí lo hizo Moraíto. Su emoción más bien radicaba en su elevación sobre el flamenco en aras de una música universal.

Buen documental. Algo frío también. Falto de arrebato emocional, pero que acerca a su lado más humano, al hombre que disfrutaba de su familia, de sus amigos y que reía, lloraba y sufría con una guitarra en sus manos.

Publicado en Viva Jerez el viernes 7 de noviembre de 2014

jueves, 6 de noviembre de 2014

Manzanares, Torero



Aún tengo fresco el recuerdo imborrable, cuando en 2006 asistí sin saberlo a lo que fue su despedida del toreo en la Maestranza de Sevilla. Aquella tarde, como siempre en él, José María Manzanares fue fiel a su honor, su dignidad y a su corazón de torero. Supo que no estuvo como debiera, sobre todo en su segundo, toro que colaboró y que pese a dejar detalles muy suyos, estuvo sin sitio. Fue entonces cuando salió a la raya de tercios para que su hijo le cortase la coleta. El gesto, rebosante de soberana torería,  alcanzó el clímax de rito amargo y grandioso. Allá lo guardo, donde el tiempo se pierde en el agua del pozo de los sentimientos, porque este torero de Alicante con aires de este rincón del sur, siempre estuvo en los genes de nuestra vida.

Pertenece a esa exclusiva estirpe de toreros que siempre nos pertenecieron. Y digo bien pertenecieron, pues cuando uno tuvo la suerte de verle cuajar toros como yo le vi, algo o mucho se te queda en las retinas para acompañarte allá en los arcanos de la memoria. A Manzanares, alejado de la palabrería cursi y farandulera de los complacientes post mortem, hay que entenderlo y verlo como lo que fue: no un torero de arte, pues carecía de ese espíritu santo (oigan, que ahí ni nadie manda ni nadie es culpable), y sí como un torero de enorme gusto, clásico hasta en el andar y con un empaque muy personal. Nunca toreó bien con el capote, esa pena yo sé que la tenía, aunque siempre me impresionaron aquellas chicuelinas de manos bajísimas, con mucho sabor. Mucho más sentimiento derrochaba con la muleta, esa que con la zurda, cadenciosa y rítmica, acompasaba la embestida con su cuerpo entregado, en un trazo largo e incluso trianero. Aquellos ayudados por alto a dos manos surgían cincelados como cuadros añejos con colores ocres. Lo mejor que poseyó Manzanares fue su concepto, sin duda heredado de su padre, un gran aficionado al buen toreo, y quien le exigía cómo había de torear con clasicismo, cosa que a veces conseguía y otras muchas no. ¿Lo mejor de él? Para mí fueron esos pases de pecho, pero con la mano derecha, barriendo los lomos con la panza de la muleta y acompañando con el cuerpo. Qué clásico ha sido en sus formas y qué elegante en su concepto. Oro viejo quedaba en el albero cuando se relajaba y nos decía su secreto. Qué buen torero Manzanares. Descanse en paz, el hombre; nosotros seguiremos con su recuerdo torero como algo nuestro.

Jesús Soto de Paula

sábado, 18 de octubre de 2014

Literatura Taurina




Pienso sin lugar a duda, que es la literatura taurina la gran desconocida del ámbito cultural literario, la gran denostada y también la gran condenada. Todo ello, por otro lado, le da un cierto halo de lectura prohibida y esotérica que la envuelve en lo cautivador. Y es que tanto detractor antitaurino, enjambre de la ignorancia y osadía, no hace sino engrandecer a este tipo de literatura, pecaminosa inclusive, llena de matices efímeros, inconcluyentes y abstractos que se transmutan por el puente de lo mágico en arte universal. Abrir un libro taurino es abrir un sentimiento prohibido, es adentrarse en el laberinto donde lo amoral queda asumido por ese estado de creación trágica y dramática que sólo el toreo es capaz de transmitir. Cabe decir que el toreo, por su intrínseca muestra de creación, peligrosidad y de mortal verdad creativa, supera a las demás expresiones, tales como la pintura, la escultura o la misma literatura, precisamente porque sólo en el toreo se hiere y se muere. Hablamos, pues, de su verdad, auténtico paradigma de eternidad, pues donde hay mentira sólo hay olvido. Y el toreo, a pesar de suceder en un abrir y cerrar de ojos, no se olvida, y más allá lo escriben, para seguir viéndolo en las letras, como si éstas toreasen entre versos y metáforas imposibles envueltos en la ampulosa leyenda. El toreo es seducción, y a esa seducción sucumbieron escritores tales como Bergamín, Gerardo Diego, Cossío, Alberti, Lorca, Miguel Hernández, hasta llegar a nuestros días con Benítez Reyes, Vargas Llosa… y un sinfín de nombres universales de las letras, que vieron luz en la oscuridad de la tauromaquia. Por todo ello y por lo del más allá, humildemente me siento dichoso de ser pecaminoso, de ser amoral a ojos de los que para mí son inmorales, de ser combativo contra la injusticia castrista y de romper las lanzas de toda dictadura amante de la prohibición. Por eso escribo de toros y de toreros, porque en rebeldía encuentro la verdad del arte ante tanta mentira e hipocresía, y porque todo buen libro taurino… está y se queda solo en los medios, como solo el torero ante el toro.
Publicado en Viva Jerez el viernes 17 de octubre de 2014

sábado, 4 de octubre de 2014

La Baja Moral Del Hombre



Grandes filósofos y pensadores han dedicado escrituras a analizar el comportamiento de los hombres, debatiendo sus luces y sombras en una encrucijada sin fin. Mucho me temo que en el principio y en el final de los días, el ser humano seguirá siendo el mismo, una pobre bestia que se corrompe fácilmente en aras de un beneficio propio y egoísta. El hombre sigue siendo el mismo que el de la época romana, el de la guerra nazi o el de la dictadura franquista. El afán de poder sublima y devora a las personas como un gusano que se adentra en la manzana divina hasta pudrirla. Dirán algunos que es más fácil ser escéptico y cuestionar la buena moral de los hombres que creer ciegamente en ellos. De hecho, siempre es grato releer a los místicos como San Juan, Santa Teresa o San Agustín para hallar un halo de luz y esperanza entre las tinieblas, pero esa luz esperanzadora tiene sus días contados cuando entiendes que en la vida existen dos clases de personas: los íntegros y los corrompidos. Son los corrompidos aquellos que buscan y encuentran un final glorioso desgraciadamente, dado sus artimañas y triquiñuelas bastardas. Seres de altos cargos políticos y empresarios que dada su escasez de moral, no les tiembla el pulso ni les muerde la conciencia a la hora de despreciar a aquellos honestos e íntegros. Seres de cloaca, impostores y usurpadores vanidosos, que sólo luchan por la potestad de ellos mismos y que no dudan en pisotear al más débil con tal de seguir con su ritmo de bienestar. Todas las ciudades del mundo tienen a un Puyol, a un Bárcenas o a un Julián Muñoz dispuestos a amasar fortunas y corromper las leyes a costa de sobrecitos, e incluso a un Mas dispuesto a independizar las tierras soberanas en nombre de la honorabilidad, cuando en realidad todos sabemos que se trata de egoísmo político. Y es que la inmoralidad sólo crea inmoralidad. Hoy día, si no eres hipócrita y falso, estás condenado a no entenderte con el mundo. Si no eres complaciente con la injusticia te tachan de anarquista inútil. Me pregunto en qué diablos se ha convertido el diablo, si los podemos ver con caras y nombres y no hacemos nada por justiciarlos. Si lo que parece ético y moral es desahuciar a miles de personas de sus casas, ésos que no tienen pan que llevarse a la boca por falta de trabajo, mientras esos diablos se pasean libres por sus caseríos o por las cárceles, porque son libres aún entre rejas, sin devolver un duro de lo que robaron. La lástima es que aquellos a los que llamo íntegros jamás llegarán a nada, porque los caminos para triunfar arriba están tan corruptamente prostituidos que no aceptan la verdad, con lo cual el mundo jamás tendrá arreglo. Yo creo en el hombre de abajo y enterrado, creo en el desahuciado y despreciado, creo en la voz del parado y el desamparado, y en aquellos que miran a la injusticia a los ojos para decirle: esto es mentira. Aunque decirlo sólo sirva para no dejar de creer en un futuro mejor.
 

Publicado en Viva Jerez el viernes 3 de octubre de 2014

sábado, 27 de septiembre de 2014

El Cortijo De Pujol



Resulta irónico comprobar cómo precisamente aquellos que persiguen, presumen y anhelan esa llamada independencia, sean sin saberlo ellos mismos más castizos y españoles si cabe. Me refiero a ese cortijo español a las lindes de Francia llamada Cataluña, grandiosa y fértil tierra bañada por el mar, que durante la friolera de 23 años ha sido gobernada por ese pequeño comandante llamado Jordi Puyol. Y es que Cataluña ha sido sin saberlo el cortijo más arraigado a la España profunda de tiempo atrás. Es decir, esas hectáreas de buena tierra donde el amo y señor de hasta donde la vista alcance, dirige y presume mientras pasea con sus vástagos y sus caprichos de niños pijos, y su amada esposa, que espera en el porche del flamante caserío mientras piensa qué vestido ponerse, conjuntada con según qué joya. Y claro está, como todo amo y señor, está fielmente acompañado por ese ejército de lacayos, como lo fue Artur Mas, el cual ha declarado que Puyol fue su maestro, ¡tiemble Cataluña! Y esa corte de señoritos que se apuntan a los whiskys de turno y Saturno con tal de figurar entre las simpatías del señor, y quizás con suerte, hasta pillar un trozo de pastel cada vez que se celebre un cumpleaños en esas fiestecitas privadas que entre juegos de cartas y sobrecitos por debajo de la mesa se comparten y reparten por doquier. Así, analizan y debaten sobre cómo va la siembra, si la lechuga, la uva o el algodón ya no rinden como antaño, y por qué no invitar a gobernantes, ya sea González, Aznar, Zapatero o Rajoy que inflamen un poco esa subida para llevarse en vez de un 20 un 30 por ciento, y por qué no regalarle a tal juez unas botellas de nuestros mejores vinos, y si no acepta nuestro regalo, echarle un día los perros del caserío con sus afilados dientes y así, tras el susto, verás cómo se bebe hasta la última gota. A todo esto, no debemos olvidar la capital presencia en la sombra de la auténtica inteligencia del imperio, esa Ferrusola, que ata y desata todo lo habido y por haber mientras va a comprar pan por las mañanas. Como una ejemplar familia, ahí están sus maravillosos hijos, criados entre criados, chupadores de la teta de la tierra que papá siembra, y estudiosos estrategas de las tretas de papá y mamá, y esconder los ahorrillos que papá nos regala por Navidad en el pozo del campo, así no se entera Hacienda de los ahorros. Al fin y al cabo, a quién interesa si cobró 40 millones por la cara y de dónde proviene ese dinero.

Y es que... salvando este ejercicio fantasioso sátiro y mental que acaban de leer, se darán cuenta de que Puyol y la Cataluña independiente que crearon ha sido un cortijo más, de malas pulgas y de baja moral; poco que ver con los cortijos que habitan por nuestra España, los cuales he conocido y me vanaglorio de decir que son en su mayoría tierras limpias labradas con el sudor y las manos de ganaderos con buen corazón.
Publicado en Viva Jerez el viernes 26 de septiembre de 2014

sábado, 20 de septiembre de 2014

Sobre El Toro De La Vega




Cierto es que el famoso y polémico toro de la Vega data de tiempos inmemoriales. Existe una asolerada raigambre en dicho torneo, el cual algunos escritos pueden llevarnos allá por 1534, donde según las normas se suelta un hermoso toro de entre 4 y 7 años, de 500 a 600 kilos y con sus defensas sin despuntar, al cual hará frente un lanceador, bien a pie o a caballo, para lancear al morlaco con la misión de procurarle una muerte rápida y nunca con la intención de herirle gratuitamente para mermar sus fuerzas. Cabe reseñar que dicho acto sólo se realizará a campo abierto, y que si el toro rebasara ciertos límites (cosa harto improbable), se le perdonará la vida. Sabido es, por otra parte, que tanto en Castilla como en casi todo el orbe español, las fiestas del pueblo se engalanaban con la presencia del toro, ya sea despeñándolo, embolándolo, corriéndolo o lidiándolo, desde la Edad Media hasta nuestros días, sobre todo por los nobles e incluso reyes que festejaban sus ceremonias con dichos aconteceres donde el pueblo podía participar.

Dicho esto, y dejando claro que soy un defensor a ultranza de nuestras costumbres, he de manifestar mi total repulsa ante el torneo del toro de la Vega en Tordesillas. No hay nada de digno, ni de noble, ni de artístico en una cierta tradición cuyo único mérito o desmérito es precisamente no haber evolucionado en nada. Yo entiendo que esto sí ocurriese en ciertos siglos pasados, pues todo origen primitivo va acompañado de defectos o errores de los cuales se ha de aprender en aras de su realización más justa y brillante. No existe, hoy por hoy, nada de justo y brillante en masacrar al que al menos para mí es el animal más fascinante y enigmático del mundo, en una pelea injusta a todas luces, donde es materialmente imposible dar margen de lucha honorable a un solo toro entre cientos de caballos con sus respectivos lanceros y cientos de hombres a pie lanceando a un toro que ni sabe ni puede defenderse ante tan descomunal desventaja. Mucha similitud la encontramos en los espectáculos de las antiguas Grecia y Roma, donde incluso allí, la lucha era más de igual a igual, es decir, dándole más ventajas a la fiera, lo cual lo hacía más digno y valeroso. Ni siquiera entraré en debatir con aquellos que buscan a través de la ignorancia y el cinismo similitudes con la tauromaquia, pues no caben comparaciones, salvo una cierta raíz de la cual la tauromaquia supo y quiso aprender y evolucionar, y de la cual el toro de la Vega en Tordesillas ni quiso ni supo evolucionar. Y es que toda tradición puede y debe tener su evolución sin la necesidad de perder sus raíces. Todo depende de la moral.
Publicado en Viva Jerez el viernes 19 de septiembre de 2014

sábado, 13 de septiembre de 2014

El Torta, Duende O Desvarío




Como una hoja seca que se sale del remolino, como un caballo que desbocao se sale de la manada, como una flor que nace en las arenas de Zahara. Todo tu cante como vida, Juan Moneo Lara… ha sido un desafío divino a la propia muerte. Así escribí de él, cuando aún en vida, le dediqué un artículo titulado “Momentos del Torta”, cuando presentó su último disco, y cuando sentí en mis adentros la extraña querencia de describir al Torta como un Luzbel cantaor que desafiaba a la muerte porque sí. Y es que en ese misterioso “porque sí”, quién sabe si uno encuentra o desencuentra la única razón o locura de ser de su vida y de su arte. Porque su vida era el reflejo cristalino de su cante, un cante libre… ausente, arrebatador, emocionante y fiel a los colores oscuros de su noche. Y es que a los artistas como Juan no había que razonarlos, sino más allá… sentirlos. Sentir su conmoción, errante surcador de sus propias emociones. Pues Juan andaba por los ecos de su cante, y en él o sobre él, iba descubriendo e inventando unas nuevas formas que surgían casi espontáneamente, como un Luzbel sin alas que se arroja al profundo abismo de un pozo oscuro y sin fin, y del que beben y surgen miedos y alegrías, creando un sonido doloroso, angustioso… genialmente personal. Y conste que a mí el Torta ciertamente no me arrebataba en sus largos inicios, quizás pienso que demasiado influenciado por Camarón. Fue mucho después cuando se “descamaronó”, cuando comenzó a perderse y a encontrarse a sí mismo. Y es que el verdadero arte es aquel  que para encontrarse antes sabe perderse. Perderse de todo y de todos, para quedarse solo. Quedarse solo, como se quedaba Paula ante el toro, en esas bulerías que Juan inmortalizara, con esas letras arcangélicas de Rafael Lorente. Juan en el cante se quedaba solo, con esa soledad del genio y su desvarío, con esa soledad taciturna y desamparada, que es la soledad del todo y de la nada. De aquel que se sabe poseedor de un algo y que, a su vez… no sabe nada. ¿Qué se encontraba Juan en los adentros de su sentimiento? Si cantando parecía un banderillero herío en el costao al citar al toro de la muerte y ponerle un par al quiebro en todo lo alto. El Torta, cada vez que cantaba, comenzaba un viaje a sus adentros donde encontraba los ángeles y demonios que escondía su angustia.

Cante y desvarío

bulería o desafío

nervio, temple y el duende en suerte

 
Publicado en Viva Jerez el viernes 12 de septiembre de 2014 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Esos Museos de Santiago Y San Miguel


 
Cuando sales de nuestra geografía y vuelves a Jerez, te das cuenta de la cruda realidad: qué tristemente desperdiciada está la cultura de Jerez. No se puede entender cómo otros pueblos viven de su idiosincrasia  aprovechando el turismo cultural como medio de vida y Jerez, cuna y crisol del flamenco, el vino, el caballo y hasta hace no tanto también del toro, malvive en el paro sin sacar provecho del mayor legado de nuestra historia… el arte. Nunca entendí, sin ir más lejos, ese proyecto mastodóntico de la Ciudad del Flamenco, demasiado ambicioso y hoy desierto abandonado en la plaza Belén. Y no lo entendí, pues creo que la verdadera ciudad del flamenco ya está hecha. Es decir, son esos barrios de Santiago y San Miguel las verdaderas ciudades del flamenco, donde residen las arterias y pulmones del cante gitano. Intolerable esa dejadez y esa desidia que los políticos han dedicado a estos barrios, tan cínicamente dejados de la mano, cuando podrían ser sedes y centros de visitas turísticas guiadas, donde se explicasen los artistas que allí nacieron y jugaron. ¿Cómo no poseen esas calles de Santiago y San Miguel placas conmemorando que allí nacieron Marruro, Manuel Torre, Agujetas Padre, Tío Borrico, Tía Anica, Manuel Morao, Moraíto, Luis de la Pica, el Gloria, Mojama, Sernita, Moraíto, Moneo y José Mercé; por no hablar de Rafael de Paula. ¿Cómo es que al Torta no le levantan un busto en San Miguel? Qué mala suerte ha tenido Jerez con sus políticos. Los de antes ya dejaron su legado, pero los de ahora aún están a tiempo de dar dignidad a los ilustres hijos de Jerez. Y no sólo se trata de homenajear a sus artistas, sino de embellecer y cuidar nuestro patrimonio para así crear un turismo que existe, pero que elige otros rumbos que han potenciado mejor su cultura  haciéndolas más atractivas y coherentes.

Cierto es que Jerez no tiene esa Alhambra granadina, o esa Mezquita cordobesa, pero posee por bandera el valor y el legado de unos artistas que por peso en el flamenco superan con creces el valor de cualquier otro enclave de España. ¿Culpables? Los políticos que no han sabido difundir y fusionar el arte con el turismo. Ese puente que salvaría algo la economía malherida que nos aflige, Jerez no lo tiene. Sería de justicia y de deber moral apostar por lo nuestro como vía de salvación para un turismo, pienso que demasiado enfocado y reducido al vino. Son Santiago y San Miguel museos callejeros que aún Jerez no ve. Enclave y baluartes de unas formas que ya no se ven.
 
Publicado en Viva Jerez el viernes 5 de septiembre de 2014

lunes, 28 de julio de 2014

Toreros Para Hoy



Vivimos en la era de la revolución tecnológica, donde el presente toma una vertiginosa metamorfosis de pasado y el futuro se torna en presente asombrosamente. Todo se hace y se vive con rapidez, todo menos el arte. El arte, diré que afortunadamente, tanto en la pintura, la literatura, la música, el toreo… posee esa imperiosa necesidad de búsqueda y espera. Porque la inspiración llega o no llega, y desde luego no atiende a llamadas ni horarios establecidos. El arte, en todas sus vertientes, significa ese universo aparte del mundo, por ello mientras el mundo galopa y corre hacia su constante evolución, el arte observa y calla en su apartada orilla de arrebato creativo. Algo que siempre me encantó del toreo fue precisamente esa real querencia por esa misma apartada orilla, donde parecía anclado en unas aguas aparte del bullicioso océano de la informática y sus andrajosas redes. Y recalco que positivamente, pues pese a que muchos le puedan achacar ese estado apartado del tiempo mordedor, ahí precisamente remansa su verdad, poseedora de unas normas e idiosincrasia harto diferentes a esa vertiente de esclavitud en aras de la rápida evolución y su consiguiente olvido. Pues es el toreo ese angustioso misterio donde lo efímero toma prisma de eterno. Pero incluso el toreo, ese estado de apartada orilla, ha tomado pulso de genocidio con las nuevas tecnologías en pos de no perder comba con los tiempos veloces que nos inundan. Pero habría que matizar que no es el toreo el que se aleja o se aparta de su estado de tiempo sin tiempo y sí los toreros de hoy, que parecen más preocupados de parecer deportistas de élite que toreros en sí. Figuras del toreo las de hoy, implicados, contaminados y sumisos al influjo del marketing absurdo, ampuloso y comercial; incluso presentando uno de ellos su campaña taurina con el nombre de “Tour 2014”, cuales ciclistas se tratasen. Ellos mismos con sus comportamientos, Morante, Juli, Manzanares y demás, se autodefinen como eso… deportistas de élite, esclavos gustosos del fácil aplauso y el no menos fácil olvido. El toreo, los toreros, nunca han sido así. Probablemente porque siempre supieron y fueron fieles a unas formas y maneras que tristemente… se van perdiendo. Pero insisto, no es el toreo el que se pierde, ése sigue estando en su apartada orilla, y sí que se pierden los toreros de hoy, quizás porque nunca supieron dónde está el arte.

Publicado en Viva Jerez el viernes 25 de julio de 2014

domingo, 20 de julio de 2014

Leer y Descubrirse Leyendo



A menudo me he preguntado el extraño y a veces misterioso influjo que ciertos libros consiguen establecer con sus lectores. Tal es así, que pienso que hasta existen libros que poseen vida propia aún en su particular y tembloroso estado de muerte en espera. Y es que un libro siempre aguarda a que sus lectores les vuelvan a dar vida, esa que su escritor le dio un día de forma palpitante y esperanzadora. Como lector empedernido, mi relación con los libros ha pasado por muy diferentes etapas. Al igual que en mi vida personal, los gustos y disgustos nos transforman en una especie de metamorfosis continuada donde somos a veces voraces y otras pacientes con según qué lecturas nos acontezcan. Aún recuerdo cuando en mi adolescencia devoré como un caníbal los libros de Kafka, dejándome seducir por esa especie de espiral de enigmas, y aquella extraña sensación de su "Metamorfosis", donde el agobio y la incertidumbre me daban gozo y placer. Con El Quijote he tenido de siempre una particular relación de afecto y defecto, en un primer contacto cuando nos obligaban a leerlo en el colegio, sentí un efusivo rechazo hacia este maravilloso hidalgo en clara muestra de rebeldía hacia todo tipo de obligada lectura. No hallaba atisbos de romántica locura, y sí un tedioso enjambre de desventuras depresivas de un genial perdedor. Hubo de pasar un lustro para releer a Cervantes y hallar a ese héroe castizo y universal con el que incluso me gustó tomar similitud con personajes de otras índoles harto dispares como en el toreo o la pintura. Algo similar me ocurrió con Juan Ramón, Machado o Valle Inclán, a quienes necesité redescubrir pasada la adolescencia para dar su real crédito de madurez deslumbrante. Ese pensamiento, ya maduro y desprovisto y desvestido de prisas, lo hallé en las lecturas de Unamuno, maestro en mucho de Bergamín, con cuya picaresca poética de aforismos me deslumbré inmediatamente. Oscar Wilde siempre me ha entretenido, aunque nunca me ha dado los disgustos y gustos de Nietzsche, con quién disfruto en una relación de amor y odio, donde su veneno jamás me ha dejado indiferente. Kant en cambio nunca me ha parecido tan diablesco, quizás porque a pesar de su proverbial sentido del pensamiento lógico, siempre me sentí más interesado por los ilógicos y los sufridores. Siempre me fascinó esa literatura, pienso que aún desconocida, denominada como taurina, quizás porque en ella encuentro ese espejo y reflejo de muchos gozos y pesares de mi vida misma. Gracias a ella, tomé sumo interés por la poesía de Lorca, Miguel Hernández o Gerardo Diego, a quienes enlazados o entrelazados con los toros quise descubrirlos con enorme curiosidad. Siempre estuvieron en mí, curiosamente, Tagore y los místicos. El vínculo por tanto entre lector y libros e incluso autores, traspasa lo meramente físico, donde el disfrute recíproco resulta fascinante o decepcionante, pero vínculo que, aunque sólo sea a modo de recuerdo o sensación lejana, nos llevamos con el paso de los años a nuestras vidas.
 
Columna publicada en Viva Jerez el viernes 18 de julio de 2014


miércoles, 2 de julio de 2014

La Monumental De Barcelona





Cuando mis pies pisaron hace ya algunos años lo que era la plaza de toros de las Arenas de Barcelona ya tornada en espectacular centro comercial, no pude sino sentir un terrible sentimiento de amargura bañada con aires de repulsiones ante aquella realidad funesta. Y es que, para mí, los cosos taurinos son algo así como tierra sagrada, desde luego no prometida, pero sí regada con esa arena o albero donde se funde y se confunde la realidad y el sueño de una creación que en ocasiones tiene mucho que ver con lo espiritual. No importa que hoy por hoy no queden toreros con espíritu, lo cierto es que haberlos los hubo y dejaron para siempre ese aire eterno de la bellísima tragedia artística.

Me vienen estas cuestiones a la cabeza al comprobar que aquellas meras especulaciones hace un tiempo sobre si la Monumental plaza de toros de Barcelona sería o no mezquita van tomando real forma. Al parecer el emir de Qatar ha planificado una titánica obra para convertir esta histórica plaza de toros en una gigantesca mezquita, la tercera más grande del mundo, con capacidad para 40000 personas para una sala de oración y así mismo albergar restaurantes musulmanes y centros de estudios del Corán. Las cifras que se barajan para tal fin son astronómicas,  aunque cierto es que el propio alcalde barcelonés y el propio empresario de la plaza han manifestado desconocer tal proyecto hasta la fecha.

Inagurada en 1914 con el nombre de "Sport" y reinaugurada en 1916 con el nombre de "La Monumental", esta preciosa criatura de estilo neo mudéjar y bizantino con capacidad para más de 19000 personas fue escenario callado de los sueños de Joselito el Gallo, auténtico impulsor de los cosos monumentales y quien participó en cartel de la presentación. Cabe decir que el prestigio conseguido por dicha plaza en la historia es sólo comparable y quizás superable por cosos tales como Las Ventas y la Maestranza. Belmonte, Manolete, Domingo Ortega, Chamaco y hasta llegar a José Tomás son sólo algunos de los toreros ídolos de la afición catalana que sobre todo en los años 50 y 60 hicieron de este coso centro neurálgico del toreo. No se explica cómo ni por qué hemos llegado a tener que ver cómo estas plazas de toros se han visto víctimas de las empresas tan mal llevadas por los vástagos de aquellos grandes impulsores como fue Don Pedro Balañá y las políticas tan mal avenidas en las últimas décadas seducidas por la hipocresía más antidemocrática, esos que hablan y aclaman la palabra "Democracia" y se jartan de "Prohibir". Qué mal hemos heredado la cultura de nuestros mayores... que patética realidad.


Publicado en Viva Jerez el viernes 27 de junio de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

La Palabra Quijotesca Del Rey




“No es un hombre más que otro si no hace más que otro”, fue la cita que del Quijote de Cervantes rescató el ahora Rey Felipe VI. Vuelve a ser nuestro Quijote y nuestro Miguel de Cervantes esa triste y valerosa figura que con más corazón que músculo alza su lanza para apelar a la unión y a la fe ante los demonios y molinos que alberga nuestra España.

Y es que la arenga del nuevo rey fue un cuidadoso tratado social, político y cultural, sí, pero no exenta de sentimiento y romanticismo. Hace falta esa cierta dosis de romanticismo para no decaer ante las no pocas miradas contrapuestas que lucían esos molinos separatistas que gritaban con sus silencios la apología de la no unión. Pero, claro está, que todo Quijote precisa de sus molinos y sus demonios, ¡como del propio Sancho!, fiel compañero de burlas y penurias, para atajar los agridulces avatares. Y como sabido es que un rey, hoy por hoy, no manda nada, vuelve a ser la palabra ese arma moral que se empuña con la fuerza de la voz y que se arroja ante la injusticia y la hipocresía. Y es que donde no hay palabra ni diálogo no hay nada, salvo un enjambre de triquiñuelas arañas que tejen en su silencio sus malas artes.

La palabra en voz de Felipe VI ha sido un halo de frescura y esperanza, custodiando la fiel historia y apelando una y otra vez por la cordialidad entre los mundos y sus gentes. No quiso olvidar los problemas que acucian en nuestra sociedad, donde sobre todo la falta de trabajo no deja vivir dignamente a tantísimas familias, y tampoco olvidó el terrorismo y su locura. Cabe esperar que esas palabras tan quijotescas y tan cervantinas no caigan en el saco roto de esos políticos obtusos, quienes como molinos sólo piensan en sus propios intereses. Pero tristemente sé que así será. Jamás habrá unión entre los políticos españoles. Hay demasiados paraísos fiscales que ensucian sus oídos y la honestidad es un don harto olvidado. Me quedo, más allá de monárquicos y republicanos, con la palabra de nuestro Cervantes y su escrito universal, con su tragedia, con su honor y con su eterno Quijote, primer y, si acaso, último español universal.

 

Publicado en Viva Jerez en 20 de junio de 2014


lunes, 9 de junio de 2014

El Rey Se Corta La Coleta




Cuando el gran torero cordobés el “Guerra” se retiró allá por 1899, sentenció: “No me voy, me echan”. Y es que este califa del toreo y fatal predicador que veía cómo tras unas desafortunadas declaraciones en una mala tarde en Las Ventas los públicos se volvieron en su contra, no se fue por gusto, sino por disgusto al saber que sobraba y sus tardes de gloria quedaban lejos. Algo parecido le ha pasado a don Juan Carlos, quien tras 39 años de reinado, ha hecho una profunda y categórica reflexión moral al saberse sobrante en el Estado actual. No ha de extrañar esta entradilla (en forma de paseíllo) a la hora de tratar la abdicación del monarca, pues sabido es la afición de Su Majestad por la tauromaquia, heredada de su madre doña Mercedes, a quien tantas tardes veíamos en el palco de la Maestranza sevillana.

Lo cierto es que, para mí, el Rey de España siempre tuvo mucho de Don Tancredo, una estatua que las ve venir y las ve ir, que no manda y que, aún así, ha permanecido orgulloso y hierático sobre su pedestal. A buen seguro, a todos nos hubiese gustado un don Juan Carlos que hubiese sido más notorio con los problemas de España y que aquel “¡por qué no te callas!” a Chávez no hubiese sido un hecho aislado, sino un golpe en la mesa de realísima autoridad. Probablemente, el difícil toro con el que la monarquía lidiaba, lidia y temo que lidiará, sea el hecho real de tener que contestar ante la sociedad para qué sirve la monarquía en nuestros días. Justo es decir que, pese a los últimos escándalos familiares que han reinado en la casa del Rey, don Juan Carlos ha sido un gran diplomático, mejor que los propios presidentes del Gobierno que ha tenido España, que ha traído no pocas empresas extranjeras para invertir aquí y que fue pieza o estatua clave y necesaria en la Transición. La presencia de la monarquía necesita ser menos simbólica y más práctica si quiere sobrevivir. Con todo, don Juan Carlos ha hecho un gesto de valentía y vergüenza torera. Se va, sí, pero se va porque sabe lo que hay y que las cornadas de la vida y la familia ya no saturan igual a los 70 que a los 30. El Rey se ha cortado la coleta, sí, pero se ha visto obligado a hacerlo. Pese a los sucesos de los últimos años, pienso que el reinado de don Juan Carlos ha sido positivo. Ojalá Felipe VI no sea un Don Tancredo atado de pies y manos y sea más partícipe en los avatares que nos aguarden.
Publicado en Viva Jerez el 6 de junio de 2014

sábado, 31 de mayo de 2014

LA MUERTE CALLADA DEL TOREO





Luis Miguel Farfán Marín. 24 años. Nacido en el pueblo mexicano de Sacalum. De profesión novillero. Si les digo estos datos a buen seguro no sabrán de quién les hablo. Lo Triste es que si les digo que ha fallecido recientemente en la plaza de toros de Mani ante las astas de un novillo… seguirán sin saber de quién les hablo. Resulta estremecedor a la par que injusto, comprobar cómo se muere en este arte del toreo sin apenas repercusión y reconocimiento. A buen seguro, este novillero azteca soñaba con ser figura del toreo, disfrutar de algún día ver su nombre en los carteles de Madrid y Sevilla. Dar la vuelta al ruedo en aquella arena de la Monumental mientras sus ojos tropezaran con las miradas de bellas señoritas y comprarse un lucido coche que navegara por las ganaderías de postín de allí y de aca. Pero nada o poco tiempo le dio a Luis Miguel de cumplir sus sueños.

Sus deseos se vieron truncados demasiado pronto cuando los pitones y los riñones de aquel novillo formaron total presión sobre su endeble abdomen hasta la trágica fatalidad. Me apena no haber conocido nada de esta joven promesa. Qué corte de toreo sentía, con qué torero soñaba, si con Arruza o con Manolete, si era más de Joselito que de Belmonte… Qué virtudes y condenas se cruzaban en los azares de su vida, pero más aún me entristece que en el toreo exista esta muerte callada, por aquellos jóvenes que no conocieron la gloria ni llegaron a figuras. Ya dijo Bergamín sobre aquella música callada que impregnaba el toreo de Paula, pero nadie dice de estas muertes calladas sesgadoras de soñadores, románticos peones avocados al pronto olvido y a no existir ni en los grandes libros de toreo ni siquiera en los retablos de algún periódico local. Muerte callada, como si no hubiera nacido y como si no hubiera existido. Tan solo, claro, para los familiares.

Curiosamente, en menos de 24 horas de la muerte de Luis Miguel, muere un forcado ante un toro en las mismas tierras mexicanas. Estos burladores del toro, valerosos dontancredos, que templan hasta parar la embestida feroz del astado a cuerpo descubierto, a base de audacia, ciencia y valor, en ese pequeño reguero de hombres. Las muertes de este novillero y de este forcado no son, empero, casos aislados. En 2013, muere otro novillero, Laureano de Jesús Méndez. Sirvan estas tragedias toreras aun calladas, para en días en los que el toreo es duramente criticado por los antitaurinos y su consiguiente ignorancia, avistar de la inmensa verdad del rito del toreo.  
 
Columna publicada en Viva Jerez, 30-5-2014

jueves, 8 de mayo de 2014

TOMÁS AL NATURAL




 

 

Torear al natural no es sólo torear con la izquierda, de hecho, la mayoría de las veces en las que se ve echarse la muleta a la zurda sigo pensando que eso no es torear al natural sino desnaturalizar el natural de la suerte. No es esto un eufemismo, sino un asunto de concepto, más si cabe cuando reaparece un torero delgaducho vestido de verde y oro en la plaza de Juriquilla y pone al natural en su sitio. ¿Cuál es el sitio del natural? Pues el mismo que tuvo siempre cuando se ejecuta con los cánones clásicos: citar, enganchar la embestida alante y trazar el viaje con temple y mando para vaciar el viaje si se puede... atrás de la cintura. Luego está, ni qué decir tiene, el estilo de cada cual y si se tiene hasta echarle en cada pase... el mismísimo Espíritu Santo.

Aparece ese transcendental sueño de Don Tancredo en la muleta de Tomás como invite hacia un tiempo aparte, ése con el que sólo comulgan los elegidos, aquellos toreros que por naturaleza parecen ungidos en el agua milagrosa del ser o no ser. Ese tiempo aparte es sólo patrimonio de unas personalidades, las cuales son capaces de elevar su quehacer al concepto de arte con espíritu. Porque el arte del toreo, como el de la pintura, la música o la escritura, precisa de espíritus que lo eleven (o profundicen) y que le den vida o muerte según su estado emocional. Tomás, este torero de Galapagar arcaico, hermético y clásico, consigue besar al aire en unos muletazos, tan ceñidos, tan profundos y tan despaciosos... que son ladrones de lo eterno. Porque lo que hizo Tomás con su franela fue robar sentimientos al mismísimo tiempo. Esa manera de citar y de embeber la envestida, con los pitones cosidos a la roja tela y ese saber vaciar la embestida para enjaretar el forzado de pecho... trazando la línea recta de pitón a rabo, fueron como volver al toreo, el toreo como ha de ser y no como hoy muchos ofician ser.

El toreo como ha de ser, cada cual poniéndole su personalidad. La de Tomás pertenece a esa aparente neblinosa frialdad que consigue quemar las gargantas con su estoica quietud. Una quietud en movimiento, quietud templada y temblorosa. Temblorosa por emocionada, pues solo aquel que está emocionado logra emocionar. Consiguió Tomás torear con temple, no sólo con su noble primero, sino también a su segundo, un toro con genio y nervio al que Tomás le impuso su ritmo a base de un someter sin dudar. El temple es un concepto del que a menudo se abusa y se equivoca. A mi forma de ver, el temple lo debe tener el toro, y es el torero el que se debe ajustar o acoplar a ese temple para así aprovecharlo. Tomás es de los pocos toreros en la historia que saben acoplarse a ese temple del toro para llevarlo a su ritmo. A veces, incluso, como en Juriquilla, toreando casi con media muleta con la derecha, con la panza de ésta, liando y desliando los misterios de su toreo. Reaparece y queda... Tomás al natural, auténtica ínsula hoy del toreo. Y nos queda una justa queja: ¡Ay si Tomás quisiera torear al menos 25 corridas al año!, y pusiera al toreo en su real sitio, aquel que por otro lado nunca pierde, porque el toreo es lo que es... y no lo que pretenden hacernos ver.

 

lunes, 28 de abril de 2014

EL FLAMENCO DE PUERTAS PARA ADENTRO





    La voz del cantaor es el lamento del alma, que sale de la boca para recogerse en el eco del aire. Pero algo ocurre en ese aire brujo y caprichoso de las cuatro paredes de una habitación, entre una concurrencia menor, unas botellas de vino semivacías y el silencio de una madrugada improvista y desprovista de compromisos y esperanzas. Y es que resulta inevitable que el flamenco pierda ese halo romántico y duendístico del momento íntimo, ese improvisado desgarro de la causa natural que se desnaturaliza y se desubica cuando al flamenco se le pretende llevar al tablao o teatro ante un público mayoritario.

    Es algo natural e inevitable que el cante y sus intérpretes hayan sucumbido a la lógica comercialización del mismo hace ya muchas décadas. La evolución es a menudo la forma de supervivencia de los estados, pero incluso teniendo en cuenta estos aspectos casi inevitables del ser y sus necesidades económicas, el flamenco no ha encontrado la forma de transmitir esa verdad inquebrantable del momento inesperado entre esas cuatro paredes de una reunión de amigos. Eso, desde luego, lo sabemos los que hemos vivido esas madrugadas de éxtasis, de una manera natural y sin artificios... ese es el verdadero flamenco y el verdadero cante gitano, su expresión infinita e universal en estado puro y salvaje. Una vez que el cantaor se mete en un estudio a grabar un disco o se sienta ante un gentío en un tablao el ángel... se va despavorido ante la frialdad del compromiso y se queda el profesional, el artista sí... pero no su arte.

  Decía mi idolatrado Manuel Agujetas que el secreto del cante está en saber cantar. No cabe mayor sentencia, ni más escueta ni más sencilla. Otra cosa es saber a dónde quedó ese duende como digo caprichoso de aquellas noches sin reloj con el tiempo parado en el remanso del sentimiento estremecido. Yo recuerdo haber escuchado a mi queridísima Paquera en ocasiones en su casa de Rota, allí al laíto del mar, donde los pelos se me ponían como escarpias al escuchar su eco en un tiempo primitivo y acogedor. Y recuerdo otras muchas, cuando iba a verla cantar en festivales de postín, cantar no solo bien, sino magistralmente bien, pero nunca ese eco ni ese... nosequé de aquellas tardes de arrebato e impulso. Lo mismo me ocurrió con Fernanda de Utrera, cuando una noche de fiesta en su pueblo, tras un festival memorable e inolvidable en un mano a mano entre Curro Romero y Rafael de Paula, esta reina de la soleá salió e hizo con su voz en la noche lo que los toreros hicieron en la tarde. Inspirada por los hados curristas y paulistas, Fernanda cantó como si ahora la estuviera escuchando, con ese desgarro en su garganta hería y esas manos rasgando al viento. A Fernanda, claro, la seguí en múltiples ocasiones, a veces coincidiendo con la misma Paquera, pero volvía a chocarme con la misma impresión desangelada del artista desnudo de su arte, de su desnudez... de su espíritu. 

    No es por tanto una cuestión de cantaor o cantaores, ni de época o épocas, sino de desubicar de su estado original a la propia esencia. Pues la esencia del flamenco está viva entre cuatro paredes, pero de alguna manera... muere cuando sale de su ser, de su hábitat... de su cuerpo y alma. Es el flamenco ese aire encerrado del instante que apuñala en la madrugá y que con voz de sangre derrama su esencia del mundo viejo.

 

miércoles, 23 de abril de 2014

SUGERENCIAS LITERARIAS TAURINAS... O NO



 

 

Hoy es el día del libro, algo tan superfluo y estúpido como el día del amor, y es que todos los días dedicados a algo siempre me parecieron ridículos, por ello no malgastaré criticando y sí aconsejando con gusto unos libros y, más aún, un tipo de literatura bastante denostada en nuestros días por mor de una ideología política que pese a lo absurdo gana adeptos por la propia incultura que mueve nuestra actual sociedad. Conste que soy un apasionado amante de la incultura, será porque muchas de las grandes emociones que he vivido me la han transmitido una serie de creadores maravillosamente incultos y que he terminado entendiendo que esa llamada incultura es la más culta de todas las artes, si acaso y la verdadera cultura. Gracias a Dios me he embrujado de esa incultura vista a todas luces, y que es la más culta vista desde la sombra, pues el arte que me ha enamorado es un arte de sombra y oscuridad, de sonidos y de música por debajo de la neblinosa claridad.

  Pero volvamos a los libros, que son también un canto de luz clara unos y un cante de oscuridad otros, aunque también, claro, los hay de grises y nublados. No les aconsejaré nada del ahora inmortal García Márquez, ni siquiera esos "Cien años de soledad", los cuales cuando lo leí, se me parecieron demasiados años para estar solo. Tampoco les hablaré de ningún best seller, pues para eso ya tienen sus propias campañas de supermercados, prefiero dedicar estas letras a un género tan rico como desconocido, al menos para la gran masa, como es la literatura taurina.

  Ciertamente son muchos los libros harto famosos escritos sobre ese prisma neblinoso de este arte efímero y eterno que es el toreo. No les hablaré de esa obra casi épica del gran Chaves Nogales dedicada a Belmonte. Tampoco de ese Lorca llorando a las 5 de la tarde por su amigo caído en la plaza de Manzanares, ni siquiera de mi admirado Pepe Bergamín con su música que Paula callaba al torear, cuyos escritos inmortales me son tan presentes como la mañana o la noche. Ni de ese Hemingway emborrachándose por los San Fermines de Pamplona, brindando por aquellas tardes de Ordóñez en Ronda, sino de unos libros pienso que muy poco conocidos y cuya originalidad me parecieron colosales cuando los leí y que sin duda merecieron un mayor reconocimiento.

  De esta tesitura pertenece un magnífico libro titulado "Joselito el Gallo" escrito por Gustavo del Barco. Biografía publicada en 1952 y que relata con minuciosidad los avatares del mejor de los nacíos. Sin duda, cuando Chaves Nogales escribió tan portentosa oda dedicada a Belmonte le ganó la partida hacia la eternidad a este José Ortega, príncipe de los Gallo que, pese a su corona de rey del toreo, no tuvo ciertamente plumas adecuadas que cantaran sus avatares. Pero esta obra de Gustavo del Barco editado por Editorial Católica Española incide y consigue templar las emociones a veces vertiginosas del de Gelves, de vida tan acelerada como apasionante por su destino de pronta subida a los altares. El escrito, de tintes y panorama hasta novelescos, consigue la proeza de capturar no sólo la vida del personaje, sino más allá, representar fielmente la época dorada del toreo sin necesidad de caer en los típicos tópicos del folklore andaluz, a veces tan estúpidamente utilizado para esta clase de toreros. Huye por tanto del mito para centrarse en el hombre, pero ciertamente en el hombre como consecuencia del mito y no al revés.

 Un libro cronológico y ordenado de la vida y desvida de Gallito, como digo, más que aconsejable con el prisma de una época maravillosa que jamás volverá y que gracias a la literatura podemos al menos... soñar. El mismo autor, por cierto, escribió otro libro, a mi gusto menos conseguido, pero igualmente disfrutable, dedicado al gran Pepe Luis Vázquez.

  Hace poco volví a releer un libro titulado "Los Siete Pilares del Toreo", de Antonio Caballero, Edit. Espasa. Un libro que se me antoja atractivo por la gran diversidad que representa en sus páginas. Y es que en un principio, podría parecer incluso muy osado hablar en un mismo libro sobre tauromaquias tan opuestas y dispares como las de Rafael de Paula y Manuel Díaz el “Cordobés”. Pero esa aparente hecatombe no se produce puesto que esos siete pilares a los que se refiere el escritor aparecen muy bien diferenciados y apartados, incluso llegando a representar con gran concepto no sólo las distintas tauromaquias de la actualidad, sino la fiel representación que siempre ha tenido el toreo. Desde el toreo como arte místico y duendístico de Paula, al salvajismo festivo de un torero alegre como el Cordobés, pasando por la fría e insulsa inteligencia de unos, la sutileza y finura de otros y la no menos muestra de oficio que muestran como oficiantes unos muchos de ahora... y de siempre.

  Por último, apuntaré, como una media verónica al viento, ese libro titulado "Mis Pasiones y Decires con Curro Romero y Rafael de Paula", escrito por Huberto Apaolaza, tristemente fallecido el pasado año. Ni que decir tiene que ya sólo el título pretende desvelar lo que precisamente pienso que es imposible desvelar... el misterio. El misterio que representan estos dos toreros únicos y que se mueven en ese ámbito terrenal de estar por encima del bien o del mal. O lo que es lo mismo, conversar y decir con los santos y no pocos demonios de estos dos diestros. Consiguió Huberto que hablaran, lo cual no es poco, y al final del libro nos queda ese silencio, incluso ese silencio cansado y casi fatigado de la nostalgia transida de época vivida. El libro es, por tanto, un saber decir, un saber escuchar y un no menos... saber silenciar.

  Son sólo, pues, tres modestas recomendaciones que me atrevo a sugerir no sólo a los amantes del toreo, sino a aquellos que, alejados de las supersticiones y complejos, se interesen y deseen curiosear por una literatura tan apasionante que hasta posee ese maravilloso gusto y morbo de lo mal visto y lo mal entendido.