sábado, 13 de septiembre de 2014

El Torta, Duende O Desvarío




Como una hoja seca que se sale del remolino, como un caballo que desbocao se sale de la manada, como una flor que nace en las arenas de Zahara. Todo tu cante como vida, Juan Moneo Lara… ha sido un desafío divino a la propia muerte. Así escribí de él, cuando aún en vida, le dediqué un artículo titulado “Momentos del Torta”, cuando presentó su último disco, y cuando sentí en mis adentros la extraña querencia de describir al Torta como un Luzbel cantaor que desafiaba a la muerte porque sí. Y es que en ese misterioso “porque sí”, quién sabe si uno encuentra o desencuentra la única razón o locura de ser de su vida y de su arte. Porque su vida era el reflejo cristalino de su cante, un cante libre… ausente, arrebatador, emocionante y fiel a los colores oscuros de su noche. Y es que a los artistas como Juan no había que razonarlos, sino más allá… sentirlos. Sentir su conmoción, errante surcador de sus propias emociones. Pues Juan andaba por los ecos de su cante, y en él o sobre él, iba descubriendo e inventando unas nuevas formas que surgían casi espontáneamente, como un Luzbel sin alas que se arroja al profundo abismo de un pozo oscuro y sin fin, y del que beben y surgen miedos y alegrías, creando un sonido doloroso, angustioso… genialmente personal. Y conste que a mí el Torta ciertamente no me arrebataba en sus largos inicios, quizás pienso que demasiado influenciado por Camarón. Fue mucho después cuando se “descamaronó”, cuando comenzó a perderse y a encontrarse a sí mismo. Y es que el verdadero arte es aquel  que para encontrarse antes sabe perderse. Perderse de todo y de todos, para quedarse solo. Quedarse solo, como se quedaba Paula ante el toro, en esas bulerías que Juan inmortalizara, con esas letras arcangélicas de Rafael Lorente. Juan en el cante se quedaba solo, con esa soledad del genio y su desvarío, con esa soledad taciturna y desamparada, que es la soledad del todo y de la nada. De aquel que se sabe poseedor de un algo y que, a su vez… no sabe nada. ¿Qué se encontraba Juan en los adentros de su sentimiento? Si cantando parecía un banderillero herío en el costao al citar al toro de la muerte y ponerle un par al quiebro en todo lo alto. El Torta, cada vez que cantaba, comenzaba un viaje a sus adentros donde encontraba los ángeles y demonios que escondía su angustia.

Cante y desvarío

bulería o desafío

nervio, temple y el duende en suerte

 
Publicado en Viva Jerez el viernes 12 de septiembre de 2014 

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