jueves, 2 de julio de 2015

Dejad A Las Artes Libres



Parece ser que los políticos no se enteran, o más bien hay que decir que no se quieren enterar (acordémonos de ése que proclamaba que no hay más sordo que el que no desea oír) de que los toros y la tauromaquia ni antes ni ahora y espero que ni después, jamás pertenecen a izquierdas ni a derechas. Si acaso, y por catalogarlo concienzudamente, habría que denominarlo como república independiente de la cultura libre, esa que emana del pueblo y sus gentes y que jamás pide el carnet ni la condición ideológica de cada ser. Politizar cualquier tipo de expresión cultural no sólo es un atropello ilegítimo, sino más allá atenta contra lo más sagrado de los pocos dones que la vida nos otorga: la libertad y la legítima oportunidad de elegirla. Que unos señores, los cuales ignoran el mundo del toro, con esa osada osadía que concede la ignorancia, pretendan desdeñar o inclusive abolir la tauromaquia, insisto, desde la más caótica ignorancia, podría producir no sólo un sacrilegio contra nuestras costumbres e historia (ya dijo el gran pensador Ortega y Gasset que no se podría entender la historia de España sin las corridas de toros) sino un caos en cuanto a pérdidas económicas de medidas brutales y por ende el mismo caos medioambiental que significaría perder los miles y miles de hectáreas que riegan nuestra piel de toro, auténticos pulmones de España, en el que viven cientos de especies animales y que son dedicadas y cuidadas por y para ese rey de la dehesa que es el toro bravo. Ignorar estas realidades significa crear una guerra a costa de banderas y colores, o lo que es lo mismo, politizar la libertad cultural. Empero, no es cuestión de convencer en cuanto a gustos morales o inmorales, pues a los toros va el que lo desea, sino de respetar, y respetar hasta aquello que inclusive se nos escapa de la razón.

Escuchar hablar a un político de toros (no a todos, pues alguno se salva) es tan desconcertante como poner a un ciego de guía por el Museo del Prado y esperar a que te analice cuadro por cuadro, salvo que el ciego tiene su disculpa por su discapacidad y el político no, pues mira pero no ve. Insisto, los gobernantes ni deben ni pueden utilizar la cultura como moneda de cambio en sus guerras políticas de injurias y perjuras. Dejen las artes en libertad.

 
 Publicado en Viva Jerez el viernes 26 de junio de 2015

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