sábado, 6 de febrero de 2016

Sobre José Tomás


 
Siempre fue y siempre será el hecho real de que sólo a los más grandes no se les perdona, o poco o nada, mientras a los demás, precisamente por poco importar, carecen de todo castigo. El mundo del toreo no es excepción de esta regla fidedigna a las virtudes y defectos que la raza humana ejerce impunemente sobre sus más ilustres nombres. A José Tomás, este torero de Galapagar, le están lloviendo críticas, banales y crueles, en contra de su persona y torería tras la corrida en la México. Precisamente esas críticas vienen de los mismos que justo antes lo ensalzaban como a ese dios de piedra, que se digna al menos una vez al año a bajar de su pedestal y santificar el albero de una señalada plaza para obrar el milagro del toreo. Como la cosa salió con las tinajas medio vacías y para colmo su compañero de terna, Joselito Adame, triunfó, a Tomás le quieren quitar su pedestal y lo quieren tornar en hereje y casi exiliar del reino otorgado. No les quepa duda de que esta maniobra santificadora y profana de la afición hacia su ídolo viene siendo habitual en la historia de la Tauromaquia ya antes de los tiempos de Lagartijo y Frascuelo; es decir, la sugestión del éxito y la desmitificación del mito creado tras el fracaso. Sin embargo, y sin obviar las críticas, pienso que en el caso de Tomás sólo podemos hablar de triunfo. Primero porque consiguió la proeza de llenar la Monumental, lo cual no ocurría desde hacía demasiados años con sus más de 42.000 espectadores; segundo porque al margen del escaso éxito artístico, en gran parte por la falta de casta y raza del ganado mexicano, el corrillo taurino y más aún los medios informativos de todo el mundo, discuten, ensalzan o despotrican sobre su toreo, o lo que es lo mismo, Tomás consigue poner en el ojo del huracán de medio mundo y en portada a la Tauromaquia en tiempos de ataques e injurias contra ésta. Y tercero, porque el empresario, pese a despotricar de él, le ha ofrecido volver a torear en la México, cosa que el diestro ha rechazado.

¿Dónde está el fracaso de Tomás pues? Cierto que no hubo faena cumbre, aunque sí momentos y tandas sueltas de gran empaque con la muleta, con ese personal embelesamiento a la hora de templar y llevar al cornúpeta cosido a la franela. Tomás estuvo en su sitio, como ese Don Tancredo, al que sí deberíamos exigirle que torease más para que se bajase de ese pedestal creado por sus incondicionales, y que vuelva a ser lo que siempre fue y aún pienso que es… ese torero que en su día dijo: “vivir sin torear, no es vivir”. Haga pues honor a su dicho, torero.

 

Publicado en Viva Jerez el viernes 5 de febrero de 2016

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